martes, 12 de agosto de 2008

El último segundo

El reloj se había parado. Todo estaba inmóvil. Las personas, el humo del cigarrillo, las burbujas de la cerveza, el tiempo detenido. El hecho estaba consumado, no había vuelta atrás. En menos de un segundo entendió que todo estaba perdido, que lo que creía su mayor don lo había enterrado en vida. Que nunca más volvería a ser como antes, si es que había un nunca más. Vio el comienzo de las cosas, el desencadenamiento de los hechos. La necesidad de salir a dar una vuelta, elegir ese bar al que siempre había despreciado, sentarse en esa mesa, la pregunta absurda, la mueca de sonrisa, la aceleración del pulso, el miedo que desenfrena, la mano en la campera, el grito de la chica y el estruendo mudo. Es cierto, no pasaba el tiempo, pero cada vez hacía más frío. Y las palabras, no pudieron completarse.

En el piso del bar, bañado en sangre, yacía muerto de un balazo.

martes, 29 de julio de 2008

El Diario


Dejó el cuchillo y la taza en la bacha, les pegó una lavada. Percibió el silencio alrededor, y se sentó a leer el diario de hoy. Página a página sintió los embates de la guerra, fue un soldado herido, un campesino despojado de su tierra, un miserable asesinado por unos centavos en Villa Celina, un desaparecido que recuperaba su identidad, una familia destrozada por un misil en segundos... Posó su mirada en los avisos fúnebres, estrella, cruz, cruz, estrella, cruz. En el cuarto de al lado, la noticia de mañana agonizaba de cinco puñaladas.

martes, 22 de julio de 2008

EL CUENTO DE AMOR MÁS BREVE Y LINDO DEL MUNDO

Había una vez un hermoso príncipe que le preguntó a la bella Princesa:

- ¿Te quieres casar conmigo?

Y ella le respondió:

- No.

Entonces el príncipe vivió feliz por muchos, muchos años, yendo a pescar, a cazar y a boludear todos los días con sus amigos.Tomaba mucha cerveza, vino y champaña, se ponía en pedo cuantas veces quería, jugaba al fútbol, al golf y comía caviar todos los días porque le alcanzaba la guita para eso y para mucho más.
Dejaba el saco tirado en la silla del comedor, le miraba el orto a todas las minas por la calle, tenia sexo con mujeres de la noche, vecinas y amigas, no tenía posibilidad de ser cornudo, no tenía que competir con vecinos y amigos por el mejor auto, la mejor casa, el mejor lugar de vacaciones, etc...
Se tiraba pedos a mansalva, meaba la tabla del baño con la puerta abierta, cagaba leyendo sin límite de tiempo, cantaba eructando y se recontrarrascaba bien los huevos, viendo fútbol hasta de la liga de Malasia todo el fin de semana. Y nunca nadie le rompía las pelotas. Fue feliz por muchos años.
Ah, me olvidaba. La princesa se casó con un gordo de 140 kilos, tuvo 14 pibes y se la pasó amamantando y cocinando hasta volverse vieja, gorda, arrugada y olorosa.

FIN

viernes, 11 de julio de 2008

Yo, en cambio, la conocí bastante

La conocí bastante, bah, “bastante”… lo suficiente digamos. Alta para ser mina, metro setenta y cinco ponele, un toque más baja que yo. Estaba bueno eso de la altura, para abrazar era cómodo, nada de dolores de cuello por ser cariñoso, ni incomodidad a la hora de poner las manos en algún lado.
Usaba unos jeans ideales, de esos que dejan entrever que protegen algo interesante pero que no son vulgarmente demostrativos. Además los bolsillos eran perfectos, cuando tuve un poco más de confianza fue genial, metía las manos en sus bolsillos y se acabó, descansaba y le tocaba el culo, más no se puede pedir. Pasa que yo siempre fui medio pelotudo con el temita de las extremidades, no me gusta que por torpeza termine tocándole la teta a una mina que nunca me va a creer que fue sin querer. Y también me conflictúa tener que cuidar mis manos todo el tiempo, no sé, es jodido ser caballero siempre. Pero con ella no había problema, por esto de la altura y porque pudimos entrar en confianza rápido, y eso que yo soy medio mañero para las relaciones eh.
La conocí bastante. La primera vez que la vi fue en una conferencia sobre el moco. Los dos estábamos representando a distintos grupos de investigación y el tema a tratar esa jornada era “las propiedades curativas del moco y su elevado valor lipídico”. Yo presenté una teoría por la cual se explicaba que la mucosa, al tener vasto contacto con las papilas gustativas, influye directamente en el sabor de las comidas. Es decir que el gusto de un plato de fideos, por ejemplo, está íntimamente ligado a la producción de moco de la persona. Desde esta perspectiva la frase “más rico que el moco” no solo que tomaba sentido, sino que se reafirmaba en el campo de los refranes científicos.
Ella, por su parte, tenía un stand instalado en el ala este del recinto desde el cual ofrecía cintitas emblema de la fundación para la cual trabaja “Instituto Nacional de Producción de Mucosa transparente” (INPMT). Desde allí se trabaja para que cada ser humano incluya en su dieta ciertos alimentos que tienden a volver al moco transparente. (Yo, que soy conocedor del tema, sé que la motivación final de la fundación es que el moco dejé de tener color así se confunde con la gelatina incolora y la venta de la misma suba considerablemente (teniendo en cuenta que no se arruinaría ni estornudándole encima)).
Allí la conocí a Natalia. Y como notarán ustedes, ávidos lectores, no es difícil entrar en confianza con una persona a la cual le tenemos que explicar que el gusto del champiñón es mejor si lo salteamos con aceite puro de mucosa nasal (cuya industria es furor en Suecia y Dinamarca pero aún no llega a la Argentina).
Y el romance se desató entre sus resfríos y los míos, y cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos los dos con la cara tapada de gargajos ajenos y mezclando el moco de garganta con el de nariz y con la saliva salida de nuestros besos. La imagen es romántica, lo sé, pero lo que me enamoró fue su estatura, su metro setenta y cinco que me permitía abrazarla sin miedo a tocarle el culo sin permiso. Qué linda relación la que tuve con Natalia. Lástima que se haya muerto producto de una congestión nasal, pero bueno, supongo que esas son las cosas locas de la vida ¿no?, las tan famosas ironías.
Al menos puedo decir que la conocí bastante, eso sí, la conocí bastante.

jueves, 10 de julio de 2008

No la conocí mucho

No la conocí mucho. Pelo rojizo, ojos claros. Anteojos grandes. Oscuros. Redondos. La nariz alargada. Con forma de garfio. Con la curva hacia abajo sobre la punta. Tenía cara ancha. Más a la altura de los ojos. En el medio. Como un huevo. Pero no. Tan alargada no. Tenía muchas arrugas. Pero piel fresca. Como una fruta de estación. Un durazno. O un pelón. Usaba tapados de piel. A veces. Vestía ropa de gente vieja. Negra. Colores fríos. Silenciosos. Y usaba zapatos de fiesta. Pero no. No eran de fiesta. Parecían. A veces estaba en pantuflas. Cuando las arrastraba, sabías que estaba ella. “Sliz, sliz, sliz”. Iba lustrando el parquet del pasillo. Daba la impresión. Sino estaba sentada en el sillón. En el living. Siempre estaba ahí. En silencio. Era callada. No decía más que lo necesario. No la conocí mucho. Capaz porque era vieja. Tenía 93 años. Es decir, era bastante grande. Vivía con su hijo, Dante. Conmigo hablaba escasas veces. Casi nada. Sabía poco sobre ella. Era muy católica. Iba a misa. Siempre. Rezaba mucho. Horas. Tenía una bendición del Papa. Y una colección de estampitas de santos. San Nicolás de Bari. Era descendiente de italianos. Cocinaba pastas. Supongo que por eso. No la conocí mucho. Le decían Ita. O “La Ita”. Capaz por italiana. Pero no. No creo. Un amigo mío le decía Heladita. Nos causaba gracia. Pero no era gracioso. Qué se yo. Se llamaba Carmen. Carmen Labriola. Era grande. Muy grande. No sé más que esto. Nació. Vivió. Murió. Murió. Pero no la conocí mucho.

miércoles, 2 de julio de 2008

La parábola de los talentos

El verano comenzaba a hacerse notar en la temperatura de los días. El calor cada vez más abrazante, el viento seco y polvoriento, y la aridez del panorama indicaban que pronto comenzaría la estación estival, y con ella las merecidas vacaciones de Martín Noble de Anchorena.

Es que, es cierto, el Don se esforzaba mucho, eso no se puede negar. Los gauchos siempre veíamos como, sin tener la obligación, arrancaba bien temprano y salía con el zaino a revisar todos los corrales e ir al compás de la cosechadora, para acopiar la mayor cantidad de granos y así tener un buen rinde. Después se iba en la chata al centro para comprar lo que faltara. En Lobos lo quería todo el mundo al hombre. Y a la tarde, después de la siesta, volvía al ruedo para seguir trabajando hasta bien entrada la noche.

Todo esto lo hacía –y lo hace– sabiendo que si se iba para la ciudad a disfrutar de sus cobres, logrados con mucho trabajo, y olvidarse de las obligaciones, nadie le podría ni ladrar. Pero se ve que le gustaba el campo, y le debe seguir gustando.

Sin embargo, el último verano cambió todo. Con Astor y Bartolomé teníamos una relación llevadera, de criollos entendidos. Nada de otro mundo, pero nunca habíamos tenido problemas, ni de polleras ni de monedas. Sabíamos pasar tardes arriba de los alazanes arreando las ovejas o buscando algún cordero perdido; desparasitando; o jugando partidas de truco eternas los días de tormenta. Ni hablar de los asados, o de las charlas, de mate bien amargo, en que uno desconocía cuando empezaban y cuando terminaban. Pero como todo hombre de campo, no tenía una relación más allá de eso. Don Anchorena nos encomendaba, casi siempre, los quehaceres a los tres juntos, y eso nos había llevado a conocernos bastante bien.

De los tres, Astor era el más responsable. Era difícil entender cómo es que hacía siempre todo tan perfecto. Bartolomé también era un laburante digno, siempre dispuesto al trabajo, pero algo débil. Y yo, sin dudas, el más holgazán. Pero no de mal gaucho, ni vago por naturaleza. Lo que pasa es que cuando todo anda tan bien en los pagos, es complicado esforzarse más de lo debido.

La cuestión es que el patrón nos llamó a los tres y nos dio a cada uno cosas distintas, antes de salir de viaje. A mí me dio una bolsa de trigo, poca cosa al lado de los cinco toros y los dos corderos que recibieron los otros peones. Pero para no hacer barullo ni recular, decidí ni chistar ni relinchar, y al salir para el puesto dejé la bolsa escondida en el galpón, cosa de no perderla.

A los tres meses don Anchorena volvió y nos reunió a todos en el casco. Estaba manso porque por primera vez en mucho rato tenía el convencimiento de haber hecho bien las cosas. Pero cuando vi llegar al Astor con los toros y con cinco fardos en la chata, y a Bartolomé con dos tranqueras además de los corderos, caí en la cuenta de que la decisión de esconder el trigo no había sido la mejor. Ahí nomás Don Martín empezó a corcovear, me insultó de lo lindo, me dijo de todo menos bueno. Me culpó por haber sido cobarde y estúpido. Me quitó el trigo y me echó.

Desde entonces me pregunto todos los días si hice bien en no retobarme y asestarle una respuesta, para rajarme nomás. Hoy tengo trabajo, pero a veces hay que ladrar de pobre para poder ganar un cobre. Y peor aún, sigo sin esforzarme.

lunes, 30 de junio de 2008

La gente muere muy seguido

El pasado martes un perro murió. Sorprendido en un tiroteo encontró una bala perdida que le mostró su destino y se sacrificó en pólvora. Nadie se detuvo a lamentarse, no hubo premios ni castigos. No salió en las noticias y nada lo lloró. Yo tampoco.
El perro no tenía familia, ni dueño, ni casa. Era sólo un perro callejero que, a decir verdad, poco me importa. Pero lo tomo como recurso para escribir esta historia, sobre la gente que no le importa al mundo y que muere por él.

Sonriendo sonrió, pero no era una risa contagiosa, sino inmunda. Generaba asco y fue por eso que decidí matarlo. Qué puede darle al mundo una persona que es desagradable, aun riendo.

“Sabés que te quiero, ¿no tonti?”, eso fue lo último que dijo Mercedes. Quizás fui un poco drástico, pero no podía permitir que una mujer degrade a su raza, despojándola de lo único que maneja a la perfección, la sutileza. La maté porque ella mataba al suspenso. Se lo merecía.

Esa persona, que debía cobrarme la boleta de la luz, creía estar ocupada en cosas importantes, y con el celular en su oído me ignoraba. Yo ignoré los principios básicos de una sociedad y después de arrojarle el celular al piso, la mate. Si no fuera porque estaban anonadados y asustados, la gente me hubiera aplaudido.

Soy, sin duda, un criminal que merece un monumento. Soy un héroe posmoderno: no muero por mi causa, mato por ella. Que el sacrificio lo hagan otros, a mi me alcanza con la gloria que yo sé merecer.

lunes, 23 de junio de 2008

Pensar, decir y hacer

En el mundo hay distintas clases de personas. Filósofos, sociólogos y pensadores se arrojaron a discriminar diferentes clasificaciones que existen del ser humano, con profundizaciones teóricas, tecnicismos propios de intelectuales y todo tipo de dificultades muchas veces, valga la redundancia, difíciles de entender (innecesarias).

En este caso, me tomé el atrevimiento de realizar una suerte de escalafón, o simple enumeración de, a mi parecer, las distintas personas con las que nos podemos cruzar en la vida.

Para comenzar esta guía clasificatoria, habría que realizar una división entre tres de los principales mecanismos ejercidos por todos los hombres y mujeres –al menos, ojalá así fuera– en cada acontecimiento de su vida: Pensar, decir y hacer. Porque nadie actúa de la misma manera en un asado con amigos/as que en una cena con los suegros.

Pensar, decir y hacer será entonces el primer molde. Inversamente, todos hacemos cosas, algunos más otros menos. En menor medida, casi todos decimos cosas. Y ya en casos aislados, muy pocos piensan cosas. Pero como está tan de moda por estos días la generalización innecesaria, diremos que las personas piensan, dicen y hacen cosas. La cuestión a desarrollar es la coincidencia o, en su defecto, la incompatibilidad de estas tres acciones.

Entonces nos encontramos, entre diversas combinaciones, ante cinco posibilidades que pasó a desarrollar.

Están los que piensan algo, lo dicen y actúan conforme a ello. Son las personas leales, legítimas, fieles a sus convicciones. Seres nobles y honrados.

En otro escalón se encuentran los que hacen lo que dicen, es cierto, pero piensan otra cosa. Actúan de una manera conforme a sus palabras, pero en su cabeza se da la contradicción. Allí se hace presente la deslealtad, pero con uno mismo. Es la propia persona la que se traiciona.

A diferencia de estos últimos, están los que hacen exactamente lo que piensan, sin embargo, dicen otra cosa. Esta clase de seres no sólo es mentirosa y falsa, sino que es indeseable.
Para finalizar, existen dos paradigmas más, en un nivel distinto a los antes mencionados (probablemente por debajo). Por un lado, los que dicen lo que piensan, pero hacen otra cosa. Tan difíciles de interpretar son, que los ubico en el molde de “pelotudos”. Y por otro lado, los que piensan de una manera, dicen otra cosa, y hacen cualquier otra. En este final, hago partícipes a los mental y psicológicamente desordenados. O simplemente, locos.

Sin más, los despido a ustedes leales, traidores sí mismos, falsos, pelotudos y dementes.

jueves, 19 de junio de 2008

Preguntas

¿Pensar es extrañarte, o es sólo una condición abominable que se instaló en mi cabeza? Si ahora siento que no te tengo no me tengo que preocupar, si cuando te tenía me faltabas. O peor, me sobrabas. ¿Pero por qué la cabeza juega con nosotros, y pone a los recuerdos en un sube y baja?
Ahora lo veo. Todo es tan perfecto como en una película de los ´80, llena de clichés. Las sábanas tibias a la mañana. La frazada no está, te la envolviste por el cuerpo para ir al baño porque odias caminar desnuda por la casa. Tu ropa tirada por todo el cuarto. No te importa que se ensucie, porque te vas a poner mi camisa y me vas a decir que te encanta tener mi perfume en tu cuerpo. Y los dos sabemos bien que no tengo olor a perfume, pero vos insistís con que es ese olor a mí. Y hasta me lo creo.
Después viene el enojo porque prendí la tele. Reclamás un abrazo como condición para la amnistía y la guerra pasa a ser otra. No sé como conseguís que en una mañana tan fría no necesite abrigarme. Toda la casa entra en clima, el de tu ritmo.

Pero no. No pensaba esto esa noche, cuando a la una y media se te ocurrió llamarme porque no había ido a la casa de tu amiga. ¿Y qué carajo iba a hacer yo ahí? Si mi relación con tus amigas es clara y recíproca. Si es de tu conocimiento que nos odiamos mutuamente, ¿por qué voy a ir a estirar los labios y fingir una sonrisa innecesaria, contando los minutos para irme? Si sabías que todos mis amigos se juntaban a comer, ¿cuál era la necesidad que me lleves a un lugar tan extranjero para mí? ¿Por qué todo hay que solucionarlo en ese momento? Tu adicción a hablar por teléfono no la vi ni en un documental, y te cuesta aceptar que el celular es una vía de comunicación, no un hobby. Y si acaso para vos lo es, ¿qué parte no entendías que para mi era una tortura?
Claro que no pensaba eso, pero ahora, cuando el sol se esconde debajo de ese edificio que nos cubría con su sombra, prendo la luz para olvidarte. La casa está fría, y la ropa ordenada. Ya me olvidé como es el olor a mí.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Tres cosas que pasan

I

La multitud era sofocante, aunque aclararlo es, en parte, redundante. Había un motivo particular que justificaba esa congregación de inmundicias. Yo, como tantos otros, había llegado creyéndome distinto, la verdad es que no lo era, ni lo soy.
¿Qué soy? Probablemente esa sea una pregunta que se hagan los terceros, y no tiene sentido responderla ahora, ya que tengo toda mi atención puesta en el evento.
Lo cierto es que había libros, miles, quizás millones. Todos con distintas tapas y de diferentes autores. Sobre tal o cual tema, sobre el amor y el odio, la política y la verdad.
Al principio me sorprendí, después caí en la cuenta de que eso es lo que había ido a buscar. Me acerqué al primer estante que encontré de esa biblioteca arancelada y tomé un libro, le acaricié el lomo como me enseñasen escritores anteriores y con ansiedad lo abrí.
Fue en ese momento donde la gente se transformó en multitud, y las personas en inmundicias. Ante mis ojos y sobre mis manos no había nada, sólo hojas vacías. Vacías de contenido, de palabras, de ideas. Eran libros vacíos de sentido, como toda esa gente a partir de ese momento, no desde antes o después, sino desde que yo lo supe. Desde que me desprendí de la miseria de ser miembro de la mediocridad enlatada. Porque existe quien es mediocre de forma artesanal, lo cual es mucho más significativo que el éxito trascendental comprado al por mayor.
El individuo es el ser del tiempo contemporáneo, y si bien antes podría aceptarse no destacar, hoy es el peor y él más usual de los pecados.
Los libros no tenían nada que los consagrase como tales, simplemente la aceptación de todos aquellos que creían ver libros, ver obras literarias. Aquellos que nacieron creyendo que un libro era un cuaderno de hojas en blanco donde anotar números telefónicos.

II

Encendí la computadora como todos los otros días. Se encendió sin problemas.
Me serví un vaso de chocolatada, lo calenté en el microondas, lo agarré con mi mano izquierda y me quemé. Maldije. Limpié y volví a intentar, ésta vez no hubo incidente.
Me senté en la silla de cuero, el vaso a mi derecha, sobre la mesa pero lejos del escritorio, nunca olvido esos rituales de prudencia.
No habían pasado mas de cinco minutos desde que había prendido el artefacto, sin embargo ya tenía nueve mensajes esperándome para que los leyera.
El primero lo ignoré, no por su contenido, sino por su remitente. El pasado puede condenar al olvido las palabras más sabias y nunca nos enteraremos.
Contesté los siguientes cuatro mensajes con una espontaneidad ensayada. En pocas palabras podría decir que informé mi estado de supuesta conformidad con la vida a mis conocidos.
Pero hubo algo en el sexto mensaje que no me dejo seguir con los siguientes ni recordar los anteriores. Percibí una indiferencia agresiva en las palabras. Después pensé que no podía confiar en mis intuiciones dado que la ironía y la agresividad no son formatos cibernéticos, aun.
Analicé nuevamente las palabras, y de nuevo. Quizás por horas. No encontraba el significado real, y mi respuesta seguía retrasándose. Me sentí mujer. Hoy me doy cuenta de que fue una sensación lógica, lo que sentía era por una mujer y ella me trasmitía esas histerias femeninas. El mundo de la mujer es el mismo que el nuestro pero visto con una estética mucho mas prolija que vuelve todo complicado.
Leí esas palabras, convencido de que sería la última vez: “Nene...”.
Tomé aire decidido a contestar, aunque saliera la respuesta equivocada.
Tecleé una por una las letras que hacían las palabras y con un suspiro dirigí mi dedo índice hacía el botón, decidido.

La última noticia que recibí de esa mujer fue que se había desconectado antes de recibir mi respuesta. Pasaron quince años y aún no me perdono esa cobardía. La lógica y la inteligencia no siempre van de la mano en cuestiones de mujeres.

III

Él -¿Tenés veinte centavos?
Yo – No, disculpá.
E- Disculpá vos, te voy a tener que deber los cincuenta entonces.
Y- Prefiero deberte yo veinte centavos, confío más en mí.
E- No jodas flaco.
Y- Me parece que te corresponde a vos tener cambio.
E- Te parece mal, bastante que te doy plata, no seas insolente hijo.
Y- Ufa viejo, siempre lo mismo, al final, solo porque reclamo estupideces vos siempre te salís con la tuya.


Fin

jueves, 29 de noviembre de 2007

Fanoticias (Falsas Noticias), de Oscurín

Víctima de atropello huye despavorida y rompe un récord

Una joven de 92 años escapó corriendo luego de que
un camión le pasara por encima del dedo gordo.

El hecho ocurrió esta madrugada, cuando un Scania de seis toneladas, que transportaba dos alpargatas, arrolló el pie de Hermenegilda Pissandelli, una jubilada que se dirigía a realizar su primera pasantía en un Sex Shop, del barrio porteño de Sucre.
Victor Chorilo, dueño del local al que debía acudir la damnificada, declaró: "Nos preocupamos mucho al ver que Herme no llegaba. Es que estaba muy entusiasmada con conseguir experiencia en su primer empleo, y de acá dar el pasó al cine erótico".
Tras sufrir el trastorno físico, Pissandelli asustada con la idea de que el camionero la demande -su uña encarnada pinchó el neumático- huyó a una velocidad descomunal, rompiendo el récord de los 100 metros llanos del jamaiquino Asafa Powell (corrió por toda la Avenida Rivadavia en siete segundos y dos décimas).
El representante de Powell, al ser consultado por periodistas de Oscurin, dijo: "Vamos a apelar la sanción porque estamos convencidos de que esta chica había consumido alucinógenos, y hasta hay versiones que indican que en el trayecto de los cien metros fue alcanzada por el 60".
Luego de permanecer trece días encerrada en un sifón, sin comer ni beber nada, para que no la encuentren, se entregó. ¿La razón? Le organizaron una ceremonia donde le entregaron la medalla de oro que pertenecía a Powell y encima le restituyeron su puesto en el Sex Shop.
Fuentes cercanas a la Cicciolina, que recientemente estuvo en el país, aseguran que temen que Pissandelli llegue pronto al negocio del cine porno ya que le quitaría el estrellato a la conocida actriz italiana.
La noticia fue dada a conocer recién hoy por Oscurín debido a que el cable de la agencia de noticias, que contaba la historia, quedó debajo de una caja de pizza de mozzarella y anchoas del Cuartito (estaba realmente muy rica).


“Oscurín, un caso serio de periodismo oscuro”

martes, 30 de octubre de 2007

Encuentran pebeta desmayada en el bosque

Crónicas lunfardas presenta: "Che Papusa, afortunado"

Fue en Madariaga, la piba tiene veinte pirulos y estaría bien de salud. Actualmente vive con ocho tipos en su casa.
Días atrás, en el pasado primero de Mayo, mientras el pueblo festejaba el día del laburante, un pibe jovencito se encontró flor de pebeta desmayada en el bosque. Casi instintivamente, el pibe, le estampó un beso a la pálida minusa, quien al segundo despertó exaltada.
“Que sapa acá” preguntó la pebeta al despertar, pero después de un cacho de minutos se acordó todo y refirió este chamuyo que cuento en estas hojas.
Años atrás el jovie de la piba, un jovato terrateniente, se había casado con una biarru de aquellas que resultó ser flor de garca y que no tenía reparos en bardear a su hijastra, Blancanieves, quien, harta del maltrato, se las picó a vivir al bosque.
No pasó un día de indigente cuando la pebeta se encontró una casa pequeña entre medio de los árboles. Sin drama se mandó adentro y se zarpo el morfi para después echarse una siestita.
Pero la casa y la zapie donde dormía Blancanieves tenía dueño. Mientras la piba estaba en el séptimo sueño, los habitantes del lugar llegaron a su casa cansados del laburo. Eran siete personas las que vivían allí, siete guríes que apenas llegaban al metro y que compartían la vivienda.
El primero que vio a Blancanieves durmiendo pegó un grito de aquellos y al llegar el segundo a la escena exclamó “Che papusa, flor de china que te hiciste”.
Despertaron a la piba y con babas en la boca se hicieron compinches al toque.
“Está rica la guacha” decía el más gruñón de los enanos a cada rato.
Pero la convivencia se hizo amena y ella se quedó a vivir ahí nomás. Pasaron los años y ningún drama, los enanos se turnaban para dormir con ella y la pebeta tenía los lunes libres para juntar frutas en el bosque. Además los domingos todos veían “Fútbol de primera” juntos.
Pero todo acabó ya que la garca de la madrastra se enteró de que la pendeja seguía viva porque la jovata tenía un espejo buchón que decía que la piba estaba más fuerte. La vieja le mandó entonces una manzana embrujada por el correo argentino y la gila de Blancanieves la mordió, quedando desmayada en el bosque.
Pero el ojetudo del pebete de Madariaga la encontró entonces, le clavó un chuponazo y ahora son nueve los que viven en la pequeña casa.

sábado, 13 de octubre de 2007

¿Qué es un blog?

A pocos días de cumplir nuestro primer medio año de vida (seis meses quedaba muy frío), y con nuestro querido blog un poco abandonado, descubrí que desde aquella primera publicación, el 26 de abril, nunca explicamos qué es un blog. Si bien tratamos de hacer una breve explicación sobre qué iba a tratar éste, nuestro espacio (y cuando digo nuestro digo mío y de todos ustedes), nunca dijimos qué significa en realidad el término.

Por eso, un poco acongojado por nuestro error, trataré de reparar el tiempo perdido.
Lo que se puede decir "científicamente hablando", y según nuestra siempre querida y tan aclamada Wikipedia, un blog, o en español también una bitácora, es un sitio web periódicamente actualizado que recopila cronológicamente textos o artículos de uno o varios autores, apareciendo primero el más reciente, donde el autor conserva siempre la libertad de dejar publicado lo que crea pertinente. El término blog proviene de las palabras web y log ('log' en inglés = diario). El término bitácora, en referencia a los antiguos cuadernos de bitácora de los barcos, se utiliza preferentemente cuando el autor escribe sobre su vida propia como si fuese un diario, pero publicado en Internet, en línea.
Pero claro está que nada tiene que ver esta definición con lo que cada uno se encuentra cuando abre el explorer y escribe untubodeens... y aparece abajo enterito.
Por eso, creo más apropiado formular un significado más personal de lo que es un blog, y sería más o menos así.
Un blog es un lugar que está dentro de la computadora, en donde puedo escribir lo que se me da la gana, si es que se me da la gana escribir algo, por eso muchas veces no escribo nada porque no se me da la gana y aunque a los que quieran ver mi blog se les da la gana leer algo nuevo como a mí no se me da la gana escribir algo nuevo se quedan con las ganas de leerlo. El hecho puede sonar algo autoritario, pero creanme, es así.
Uno escribe cuando: está aburrido y no hay nada en la heladera; está medio deprimido y le pinta por la literatura barata; abre internet y no sabe a que página entrar; no quiere estudiar y busca una excusa; ve el blog muy abandonado; etc.
Está claro que está no es la definición académica, pero yo la escribí de un tirón y me gusto bastante.
Ustedes interpretarán cuál fue en este caso la razón del posteo, y muy probablemente no adivinen, o al menos eso espero. Pero de cualquier modo, la intención fue haberlos acercado un poco más al sentido de un blog, y no como hace la chatarra enciclopédica, que no deja de engañar a la gente con el único motivo de generar una sensación de conformidad.
Sin más, y deseando haber aclarado un poco sus mentes, los dejo pensando (ojalá).

lunes, 24 de septiembre de 2007

Sobre paralíticos y cuadripléjicos

No sé por dónde empezar, si por mi oficio o mi condición. Tal vez una llevó a la otra y en los planos cíclicos se pierda el origen de la realidad. A la larga no importa, el orden de los factores no altera el producto.
Empezaré por mi oficio: soy pintor. Empecé a hacerlo desde que adopté la condición que padezco hoy en día. ¿Qué condición?, soy paralítico, mis piernas no se mueven, no sienten nada, no puedo mantenerme en pie, y con mi ingreso como pintor no puedo tampoco mantenerme, en ningún sentido.
La vida de un paralítico es dura, sobre todo en la parte de la silla de ruedas. Que gran invento la silla de ruedas, gracias a ella puedo hamacar a mi primito sin necesidad de ir a una plaza. Pero que mejor invento la parálisis que permitió la creación de la bendita silla rodada y que abrió todo un mercado antes desconocido. Qué sería de las rampas amarillas de la ciudad de Buenos Aires si no hubiera paralíticos para usarlas.
Quedé en esta condición hace unos años, un accidente de autos fue la causa. Pero no uno de esos clásicos que se ven por la tele, eh. Uno mucho más original. Yo era fanático del TC2000 y lo miraba todos los fines de semana a la matina, cuando se corre. Un domingo del mes de Mayo del 2000 (justamente por eso el nombre de la categoría, me imagino) yo estaba con mi cuñado el Tolo, que es bastante tuerca, y me quiso apostar que ganaba el piloto Peretolia. Yo, que de esto sé, estaba seguro que Peretolia no podía ganar ni a la bolita y que la carrera iba a ser para el Gallego Sañuda que venía endemoniado. Entonces le aposté nomás, pero me parecía ciertamente aburrido poner dinero en juego entonces fui más allá, le aposté las piernas. Le dije: “si sos tan guapo te apuesto las piernas”. Y el tipo se puso loco, porque es jugador de fútbol y sin ellas no hace nada, pero como estaban los nenes cerca y él no quería parecer un cobarde me aceptó.
Para qué, mirá. Pueden creer que el Gallego venía primero solito y el auto no le dobló en esa última curva, no dobló, simplemente no dobló. No es que se pasó porque venía rápido o que se cerró mucho, no. Siguió de largo derecho viejo nomás, ni amagó. Y claro, se la puso, directo a las gradas, afuera y al hospital. No corrió nunca más el Gallego, o al menos lo que quedó de él.
Obviamente que todos los autos pararon ante el accidente, cuestión de honor. Pero el hijo de puta de Peretolia, sucio como fue siempre, siguió corriendo nomás, y así último como venía se subió al podio de los ganadores.
Una apuesta es una apuesta señores. Mi cuñado el Tolo agarró el hacha y, con el alcohol a mano por el tema de la cicatrización, me dio fuerte y seco en el medio de las dos piernas. Pagué lo que tenía que pagar. Un espectáculo desagradable, los chicos llorando, el Tolo que festejaba, la sangre que saltaba por ahí y que le ensuciaba la alfombra a la vieja. Desagradable, realmente no lo recomiendo, pero como ya dije: una apuesta es una apuesta. Me cortó las piernas, literalmente, no lo digo para plagiar a Maradona. Ahora las tiene en un cuadrito colgadas en su casa. Es que tenía lindas piernas yo, un poco chuecas pero lindas, musculosas, flacas. Qué se le va a hacer.
Y ahora pinto, hago pecesitos, personas, paisajes, de todo. No soy Van Gogh pero a falta de piernas, orejas, cada uno con lo que tiene. Muchos me acusan de impresionista, pero nada que ver, más que impresionista cuadripléjico, mi arte es cuadripléjica para ser más precisos. En mis cuadros nadie se mueve, retrato mi realidad. Por eso digo que todos los pintores son paralíticos, porque se pintan a sí mismos o al menos como se querrían ver. Son paralíticos en sus mentes, imaginan una imagen, la pintan y ya no se puede mover, capturan un momento de sus vidas lo suficientemente feliz para poder vivir el resto del tiempo en ese instante.
Si yo pudiera moverme, ¿piensan que pintaría situaciones inmóviles, sin vida? Ni mamado. Si pudiera caminar y moverme libremente sería director de cine o actor de teatro. Mi arte sería similar a mi vida, porque es reflejo de ella. Pero hoy yo soy paralítico y mi arte también lo es.
Es difícil escribir sobre lisiados, además se quejan de que la birome los lastima, pero más allá de la incomodidad física, es complejo describirlos. Son susceptibles, leen líneas inocentes como estas y se escandalizan. Se sienten insultados, agredidos y además los perturba la imposibilidad de salir a correrte. Pero como soy de la “comunidad” me siento in imputable.
Lo complejo de los paralíticos no está en su cuerpo, sino en su cabeza, en sus ideas, en sus mentes. Hay mucho talentoso dando vueltas, pero esos no son justamente los paralíticos, a menos que suban la silla de ruedas a una calesita, pero realmente hay mucha gente valiosa por la calle. Artistas, escritores, actores que no son conocidos pero están. Esos son los fundamentales, los fracasados, los que no son nadie ni nunca lo serán. Yo, por ejemplo, que escribo y pinto si esperar remuneración más allá de algún comentario ofensivo en este blog. Soy un fracasado conforme con serlo y que honra a quienes también lo son, les rindo homenaje. Esto es una reivindicación del inválido, que no solo es el que apostó las piernas en una carrera o el que las perdió en la guerra, inválido es aquel que no puede salir de su persona y de su mundo aunque sea por un rato, aquel que no puede jugar a ser lo que nunca fue ni podrá ser, el que se resigna y derrocha objetividad, el justo, el aburrido… esos son inválidos.
Afortunadamente yo no soy de esos, si lo fuese no escribiría que soy paralítico. Si no, basta con mirarme al finalizar estas palabras, me pararé con una energía desbordante y quizás salte para volver a quien de verdad soy: una persona que solo se siente inválida cuando intenta pintar un cuadro, pero que de consuelo tiene las piernas en perfecto estado.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Lluvia cae

A lo largo del mundo existieron y existen muchas civilizaciones que aseguran que cuando llueve, lo que en realidad sucede es que el cielo le está haciendo el amor a la tierra. En cambio, nuestra tantas veces aburrida cultura de occidente nos enseñó que se trata de ángeles que lloran, o que simplemente es un día de mierda.
Lo que me motivó a escribir estas líneas fue la semana lluviosa que vivió Buenos Aires. Si tuviéramos un pensamiento distinto, nos divertiríamos imaginando la terrible orgía que se armó el cielo con la tierra, pero nuestro saber occidental nos obliga a pensar que los ángeles están muy angustiados, o que simplemente fue una verdadera semana de mierda.
Pero no todo termina ahí. Porque la ciudad cambia su aspecto, su fisonomía, cuando llueve. Y basta tan sólo con salir a la calle para poder apreciarlo. Las señoras mayores salen de sus casas en masa, con paraguas gigantes y puntiagudos (no de esos que tenemos en casa, que probablemente no salen más de diez pesos, y que con el más mínimo viento se desarman), caminando por debajo de los pocos techos que resguardan a los indefensos del agua obligándolos a quedar a la intemperie. Como diría un amigo, la proliferación de paraguas puede dejar tuerta a la población.
Las baldosas flojas se vengan de los calzados que las pisan a diario, salpicando no sólo zapatillas, sino también pantalones y en algunos casos hasta remeras. Y lo peor es que uno se mancha cuando está a punto de llegar a destino, no a mitad de viaje ni al comienzo, como una broma del destino.
Los autos desafían a los peatones que se atreven a pararse debajo de la vereda, salpicándolos con la complicidad de los baches que se encuentran por doquier.
Y sobre el final del día, los pronosticadores se lavan las manos con el mismo agua de la lluvia, asegurando que habrá alguna diminuta posibilidad de pequeñas lloviznas muy aisladas y difíciles de encontrar, y cuando comienzan a caer de punta se jactan: “Nosotros se lo advertimos”… Al menos no hubo granizo, ¿no?
En fin, una semana triste para nosotros, y atrevida para los demás, ¿qué se le va a hacer?

viernes, 31 de agosto de 2007

La pecera sentimentaloide

Humor cursi y mal logrado bajo la maldición de mi mal trazo:


domingo, 26 de agosto de 2007

Domingues

A lo largo de la infancia hemos recibido diversos tipos de preguntas, algunas relacionadas con el deporte, como “de qué equipo sos”, o “cuál es tu jugador favorito”. Quién no hizo alguna vez una ronda de penales diciendo: "Yo atajando soy Goycochea, Navarro Montoya o Passet, y pateando soy Medina bello, el Manteca Martínez, o incluso el Pampa Biaggio".
Pero también existían otras preguntas, algo misceláneas, como cuál es tu color favorito, o tu número preferido. Azul y rojo se robaban el protagonismo mientras que el siete, el cuatro y el diez también tenían lo suyo. Pero hay una pregunta cuya respuesta ha cambiado con el correr del tiempo y ha sido de lo mas variada: ¿cuál es el mejor día de la semana?
Ay ay ay, que preguntita... muchos han asegurado que como el viernes no hay otro, se termina la semana y comienza el tan esperado finde, todo parece alegría en esa jornada. Otros tantos no dudan en decir que el sábado es de lo mejor, porque se duerme hasta tarde, se hace deporte, se sale a la noche, y al día siguiente todavía se puede dormir.
Otros podrán optar por algún día de la semana, dado que hacen algo especial, como picadito de los miércoles, o alguna actividad extra curricular. Pero, visto y considerando que es una respuesta muy difícil de encontrar o generalizar, voy a invertir la pregunta: ¿Cuál es el peor día de la semana?
Y aquí las cosas se empiezan a poner un poco mas claras.
A pesar de que es un día en el que no hay responsabilidades, nadie elige al domingo como el preferido.
Fue el día que, según los católicos, Dios escogió para descansar. Para algunos es el primero de la semana, para otros el último, pero para nadie el mejor. No se puede quitar del imaginario colectivo la idea del domingo amargo, aburrido, nublado (como si nunca hubiera domingos soleados, irónicamente la traducción del inglés es el día del sol, sunday).
El simple hecho de saber que al terminar el día comenzará la semana agobiante, el domingo se convierte en nuestro enemigo, a pesar de formar parte del “sagrado” fin de semana.
Y lo peor que tiene es, sin lugar a duda, el período que va desde las siete de la tarde (ya ni fútbol hay para ver) hasta la media noche, porque no hay vuelta atrás, el finde está en su lecho de muerte.
A estas amargas cinco horas, una triste tarde de domingo caminando por el barrio de Balvanera, un amigo y yo dimos en llamarlas “Domingues”, la perfecta mezcla entre el domingo y el lunes.
Por eso, y ya sin temor a equivocarme, en esta tarde nublada y lluviosa de domingues en la que el aburrimiento me llevó a escribir estas palabras, declaro al nuevo día bautizado, como al peor de la semana.

sábado, 18 de agosto de 2007

Salvando las distancias

Si mal no recuerdo fue un partido contra Lanús, no soy bueno para los resultados pero si me acuerdo de esta anécdota ha de ser porque ganamos; siempre que Boca pierde yo me olvido del partido, hay una especie de magia exitista con mi memoria.
Había ido a la cancha con un amigo chileno que quería conocer la mítica Bombonera y yo siempre ando en plan de anfitrión con los extranjeros, me gusta mostrar que pasé toda mi vida entre lo que ellos tenían tantas ganas de conocer.
El partido estuvo bien, era comienzo de campeonato y había alegría en el aire además de otras sustancias. Se cantó mucho ese partido, el chileno estaba encantado. Claro, allá no se vive de la misma manera, hay como mucha mesura a la hora de gritar.
Pobre el chileno, estaba callado al lado mío mirando como alentábamos y en eso, anda a saber por qué, en un ataque de Lanus, sin riesgo porque estaba liquidado el partido, saltó uno de atrás nuestro y se puso como loco a insultar a un jugador del otro equipo que vaya a saber uno quien era. El tema es que no lo agredía a la ligera, no. “Chileno hijo de puta” le decía, “chileno cagón” continuaba. Un propendo de insultos magistral pero siempre precedido de “chileno”; ni cerca de ser chileno estaba el jugador encima.
Vaya uno a saber de donde salió eso, en la popular hay cada cosa también, y mi amigo, pobre, se reía nomás, como si le causara gracia que ser chileno era para ese hincha un insulto en sí.
Pero no era eso lo que me estaba acordando, sino de un viejito que estaba al lado nuestro vestido con un piloto negro que parecía ser parte de su piel ya. Callado el viejo, miraba el partido mientras tenía su radio sin auriculares pegada al oído. Cada tanto nos hablaba, como si fuéramos antiguos conocidos, nos decía “a este tres hay que matarlo”, y al rato agregaba “fenómeno el tres como levantó eh, me hace acordar a Marzolini”. Andá a saber cuantos equipos habrá visto el hombre.
Esa tarde con Lanús el que estaba intratable era Palacio, de acá para allá se corría todo; buscaba pases imposibles y los recuperaba. Estábamos todos encantados, el chileno cada dos minutos me decía “como corre ese cabro”, para qué, una fiesta de elogios. Y yo esperaba el comentario del viejito, porque uno nunca sabe con que se va a encontrar, ¿no? Y llegó el comentario, me miró después de una jugada bárbara que no terminó en gol y me dijo “Cómo se extraña al murciélago, ¿no? Graciani lo hacía seguro. Aunque este pibe, Palacio, es bueno eh. Lindas diagonales tira, habrá aprendido del Alfil.”
Y yo mucho no me acordaba sinceramente, entre que soy joven y que estaba metido en el partido no entendí de quien hablaba y le pregunté nomás. Para qué, un discurso me dio el viejo: “El alfil Graciani, alfil por las diagonales que tiraba. Campeón de la Supercopa 89, de la Recopa 90, 81 goles tiene en Boquita. Graciani, que fenómeno, podés creer, 250 partidos con la azul y oro, nene.”
Yo me sentía ignorante y un poco avergonzado. Quería zafarla de algún modo, quedar bien con uno esos hinchas históricos, que tienen más partidos vistos que las gradas mismas. “Pero Palacio también es bueno, ¿o no?”, le dije a ver que salía. “¿Palacio? Un crack el pibe, poco más de cien partidos y supera los cuarenta goles, ¿de qué me hablás? Viste como corre, busca todas. ¿Y las diagonales que tira?, otra que Graciani. Graciani, que fenómeno el alfil, 81 goles nos dio, podes creerlo”. No se acordaba lo que decía el viejo, sólo sabía de jugadores, de campeonatos, de goles, de partidos. Pero bueno, que otra cosa importaba, estábamos en la cancha y aproveché la amnesia del anciano para quedar bien viste, “el alfil por las diagonales que tiraba, ¿no?” le dije. Después nos interrumpió un gol, es que pasan tantas cosas en la tribuna, cuando quise darme cuenta, estaba el chileno amigo mío festejando el gol abrazado al que puteaba a los chilenos.
Cosas del fútbol. Yo volví a casa y me puse a ver videos que tenía por ahí, la verdad que un fenómeno el alfil, tenía razón el viejo nomás, tenía razón.

martes, 7 de agosto de 2007

Un viejo viaje

Venía viajando -y este no es un dato menor- y empecé a pensar que iba a escribir. Fue algo muy raro, porque sabía que a pesar de que tenía la idea de qué era lo que iba a volcar al papel, también era consciente de que poco iba a tener que ver eso con lo que pasaba por mi cabeza.
Se trata simplemente de un camino sin salida, o sin vuelta atrás mejor (o al menos es muy difícil). Como una fuga de ideas, pero nada que ver. Entiendo que a esta altura no entiendan nada, es lógico, pero no desesperen.
Simplemente quiero pasar a letras el viaje que realiza nuestra cabeza constantemente. Todos los lugares que recorre a medida que dejamos volar la imaginación y sin necesariamente esforzarnos (de hecho, sin realizar ningún tipo de esfuerzo).
En fin, sin mas preámbulos, voy a comenzar. Venía en el auto, viajando, y pensé, porque sí, pienso. Esa es una frase que se repite mucho, pero es correcta. Si uno tuviera que explicarla diría que es una constante defensa ante algún personaje, que siempre los hay, que nos subestima. Eso sí, cuando somos nosotros no nos gusta que nos respondan de ese modo. Pero es así con todo, a todos nos gusta hacer bromas, pero a nadie recibirlas.
Como con la música, en este momento estoy escuchando Keane, sí, Keane. ¿Te parece gay? A mucha gente, pero estoy convencido de que esa gente escucha cosas peores, más afeminadas aún, y después en la casa charla con su madre y sus hermanas como niñas, como en la tele, cuando pasás por un canal de dibujitos, y ves esas publicidades de muñecas para nena, ¿cómo pueden atrapar a los chicos?, es increíble, además ni siquiera las cambian, el otro día vi una cuya canción decía: “yo lo quiero mucho a mi bebé, mi bebé de Yolibel”, de no creer, la misma que estaba cuando yo era un niño. Cómo pasaba mañanas enteras en frente de la caja boba, increíble, y después me iba para el colegio, porque iba a la tarde, sí, iba a la tarde, ¿que te crees?, que sos más inteligente que yo porque ibas doble turno, no nabo, simplemente tenés menos infancia, porque no pudiste aprovechar programas como top kids, o algo así, que tenia una revista que salía todas las semanas con un muñeco de Mortal Kombat, que buen juego ese, lo mejor del mundo, una vuelta mi mamá nos trajo a mí y a mi hermano el “3”, directo desde Estados Unidos, y estaba ahí, esperándonos en casa, original, con ese olor a nuevo, como en las librerías, que capaz estás horas y horas mirando libro tras libro, y parece que te gustan todos, pero sabes que después no tenés tiempo de leer ninguno, pero es genial igual ese olorcito a nuevo, o como cuando te regalan algo, a pesar de que casi nunca me regalan cosas, de hecho debe ser unos de los traumas de mi infancia, para mis cumpleaños no ligaba nada, toda mi familia siempre fue muy separada y por eso en mis fiestas familiares éramos, con toda la furia y el viento a favor, seis, y no recibía nada encima, todos ratas, hasta mis amigos, cuando armábamos partidos de fútbol para festejar, que bueno, la torta con los jugadorcitos de Boca y River arriba, y la canchita, y corrías hasta no poder mas, y cuando te venían a buscar te querías matar, que sensación fea, como la del dentista, ay, que dolor, y ese ruido, no se como transcribirlo, pero el torno que se acerca a tu boca, y parece que te va a taladrar todo, que dolor...
Uy, ¿por dónde había empezado? Ya me perdí, y es muy difícil volver atrás en este camino. Pero eso no es lo que importa, porque pude mostrarles mi viaje, mi gran viaje de ideas.

martes, 31 de julio de 2007

Bendita sea la muerte

A raíz del último titular nunca publicado por la revista “Barcelona” que hubiera rezado: “Crisis energética, el gobierna aprueba la eutanasia para ahorrar energía desenchufando”, creo pertinente hacer una reflexión.
En la consciencia del director de la revista quedará un dejo de culpa que indefectiblemente ha de tener ya que no solo juega con la muerte sino que también propone una medida que de poco serviría para ahorrar energía y además ilusiona a millones de infelices que creen que el término “desenchufarse” se aplica a sacarse el stress de encima.
Pero para otras citas quedará el juicio moral que se debe hacer para con la revista ya que en esta ocasión me dedicaré a sostener un ferviente “NO” a la legalización de la eutanasia.
Etimológicamente hablando, el término significa: “buena muerte”, lo cual me parece una contradicción en sí. No hay nada de positivo que pueda aplicarse a la muerte si es que esta fue dada por lo humano y no por lo divino. Aquí no hay optimismo que valga.
Morir no se hace bien o se hace mal, porque morir no se hace, simplemente sucede.
“Vendrán los cuatro balazos, y con los cuatro el olvido”, pero vendrán desde el cielo y no desde el hombre mismo.
No está, ni puede estar en nuestras manos la vida de una persona. Va contra la religión, contra la moral y contra la naturaleza. Pero quienes están a favor se tornan lingüistas y transforman el hecho de matar en el término “desenchufar”. La vida no es una cuestión de voltios o amperes, hay mucho más en juego.
Dar buena muerte a alguien no es más que matar con delicadeza, digno de un asesino bien educado que apunta directo a la cabeza para evitarnos la agonía.
Probablemente dirán que para quien tiene un familiar en coma es una liberación dejarlo fallecer, no alargar más el último aliento. Pero eso no es decisión más que de quien está postrado, y si aún así el enfermo es quien pide morir hay que saber que su juicio ha de estar nublado por el sufrimiento. Quienes agonizan no son seres racionales. Se tornan cursis y extremistas, dicen cuanto quieren a sus hermanos y familiares, piden que se donen todos sus bienes y se arrepienten de todos sus pecados.
Pero si a un borracho o angustiado no se lo escucha cuando dice que quiere morir, ¿Por qué escuchar a un enfermo terminal?
Más vale consolarlo y explicarle que es ilegal desenchufarlo, como así también darle marihuana o algo que lo alivie. Explicarle además que el hospital no tiene un cheff internacional y que la tele solo toma canales de aire.
Y decirle al final que la muerte llegará de forma natural. Leerle a Borges y recitar: “Manuel Flores va a morir, eso es moneda corriente. Morir es una costumbre que sabe tener la gente”.
Explicar que no lo pueden matar pero mostrarle la “Barcelona” y saber que como viene el país tal vez tenga suerte, se corte la luz y empiece él a verla en otro lado, en otro mundo.

viernes, 20 de julio de 2007

A un canalla de aquellos

Negro, algo mal habrás hecho para que todo el mundo te quiera, o es que acaso estamos todos equivocados. No sabés las veces que respondo con tus chistes cuando me preguntan algo que te hayan preguntado. Como cuando me dicen que hago para ganarme la vida, respondo que a lo sumo la empato.
Y cuando voy a la cancha espero que algún jugador se largue a llorar y deslumbre a todos con su juego. O escribo un cuento y me descubro colando malas palabras, solo vos me enseñaste que usandolas bien son infalibles. La puta madre negro, por qué te fuiste con tanto más que tenías para decir, si cada vez que hablabas tenías algo para decir. Y nosotros, que te queremos, te homenajeamos desde un blog, con tecnología, con una computadora que, como a vos, nos vuelve locos cada vez que la queremos apagar. Recuerdo como contaste en la biblioteca nacional que estuviste toda una noche intentando apagar la máquina pero una y otra vez ésta te preguntaba si realmente estabas seguro de querer hacerlo. Que hijo de puta negro, que grande sos.


Y en homenaje a vos, con humildad gigante, iniciamos la campaña:

“Amnistía para las malas palabras”:

· Porque al decir “Boludo” no insultamos a nadie.

· Porque un “hijo de puta” bien puesto es, a veces, lo único que hace falta para expresarlo todo.

· Porque hay situaciones que no son otra cosa que “una mierda” y está bien que así se las llame.

· Porque no es lo mismo decir tonto o zonzo que “pelotudo”, poniendo acento en la T.

Por una navidad sin malas palabras… integrémoslas al lenguaje que las vamos a necesitar.
Gracias negro, por ser un tipo de la puta madre

jueves, 19 de julio de 2007

Tiempo Fuera

Cuántas veces pensamos: Que bueno poder parar todo ahora… Pero lamentablemente es imposible frenar el paso de los segundos. A pesar de todas las cosas que hayamos visto, leído o imaginado, el paso del tiempo es inevitable. Cada momento se convierte inmediatamente en un pasado reciente.
Muchas corrientes filosóficas han llegado a afirmar que no existe el “ahora”, ya que no es más que un pasado constante que no puede perdurar en su condición de actual. Es un mero instante efímero que desaparece antes de ser algo.
La manera más clara y gráfica de explicarlo es la siguiente:
Piensen un segundo en algo, y ahora dense cuenta de que ya desapareció. Imaginen la palabra “ahora”… ya está, ya pasó.
En contraposición, otros pensadores aseveran que todo es presente, porque es el único lugar -no físico- en el que se puede vivir, es en donde se desarrolla la vida. El antes es tan sólo un recuerdo, mientras que el futuro es simplemente una elucubración mental, a diferencia del ahora que lo es todo.
El tiempo ha sido objeto de discusión y debate a lo largo de toda la historia. Musa inspiradora de muchos artistas, motivo de desvelo de varios pensadores, y protagonista ignorado -en la mayoría de los casos- en la vida de todos (¿acaso quién puede evitarlo?)
El reloj es el dictador más grande de todos los “tiempos”: ha ganado guerras, quebrado relaciones de amor, eliminado esperanzas, terminando agonías y organizado cronológicamente la historia de la humanidad. Y finalmente, su último logro -al menos en este presente que deja de existir en el mismo instante en que nace-, ha cerrado este escrito, pues ya se me acabó el tiempo.

viernes, 13 de julio de 2007

Fauna urbana

En la primera entrega de esta colección me enorgullece
presentar al “Colectivero” y su herramienta de trabajo (es decir el colectivo).
Reyes casi absolutos del pavimento (en otras entregas veremos quienes ostentan el trono), imponen su autoridad a bordo de sus buses, no sólo para con los demás vehículos y los peatones sino también con los pasajeros que abordan sus naves.
Todos tienen que sufrir al colectivero en cualquiera de las maneras posibles: distintos formatos, misma bronca.
Cuantas veces tuvimos que esperar por más de media hora a uno, y cuando se dignó a pasar siguió de largo. O cuando logramos subir, antes de que la gente termine de entrar, arrancan (al compás de “arriba, arriba, rápido, vamos) como si el que estuviera en el último escalón fuera una especie de Spiderman que viaja colgado de una telaraña.
Otra de las cosas increíbles que los caracteriza es el hecho de querer acelerar con tal de avanzar pocos centímetros, frenando inmediatamente después de pisar el acelerador, provocando un ritmo desenfrenado de “para atrás, para adelante” constante. Como si se tratara de un meneo pero, en vez de en el boliche, contra el asiento de adelante.
Transitan por donde quieren sin respetar ninguna regla, convirtiéndose en el temor de los ciclistas entre otros.
Es imposible verlos sonreír, en especial, cuando te miran desde su trono (acolchonadito y lleno de cachivaches alrededor mientras que el resto de los asientos se cae a pedazos), a través de la puerta, indicándote que no te van a abrir, que no es la parada (aunque es preferible eso a que ni te miren, como si no supieran que estás ahí, sensación de impotencia si las hay).
Lo raro es que a pesar de que siempre parecen estar apurados -si no tocás el timbre dos cuadras antes de la parada siguen de largo-, el día en que uno es el que está corto de tiempo, a ellos les sobra. Y van regulando a 10 km/h para que los encuentre el semáforo en rojo.
Como si fuera poco, viajar en colectivo requiere una preparación física casi extrema. Además de los saltos que se dan a lo largo del viaje, no hay que olvidar que cuando se baja de la unidad a una velocidad importante (supuestamente las puertas no se abren hasta que el colectivo no circule a menos de 5 km/h) tenemos que aterrizar en el suelo cual paracaidistas, pero sin ayuda.
También se los puede observar charlando con otros de su especie (suele suceder en pleno invierno, cuando el frío es crudo e irresistible). Abren la puerta del colectivo para hablar con el compañero que se pone al lado y corre la ventana de su unidad, y mientras todos los pasajeros se congelan ellos ventilan sus charlas íntimas.
- ¿Estás para el “binguito” de esta noche con los muchachos?
- No, salgo con un filito porque la doña está en Chapadmalal con mi suegra.
La autoridad de los colectiveros y sus monstruos de cuatro ruedas es, lamentablemente, indiscutible.
Estos bacanes de las calles circulan impune y libremente por la ciudad, sin ningún respeto por la sociedad. Y, como si fuera poco, se roban todas nuestras monedas!!!

martes, 3 de julio de 2007

domingo, 24 de junio de 2007

Crédito

Salgo a caminar y donde quiera que veo gente, hay gente. A menudo ellos están solos y se los ve incómodos. Creo que no me equivoco si digo que la existencia del celular los tranquiliza, los conecta constantemente, al punto de poner en peligro de extinción a la soledad.
Pero lo cierto es que a la gente le gusta poder hablar con quien puede hablar y no soy quien para criticarlo. Pero hace una semana exactamente estaba yo en la parada de colectivo y escuche a unos amigos discutir, de manera tan absurda que tuve que transcribirlo:

Pedro- Ya es tarde, llamalo a ver si viene.
Marcos- Llamalo vos.
Pedro- Yo no tengo crédito.
M- Entonces yo tampoco.
P- Pero vos si tenés porque tu plan es libre.
M- Si vos no tenés entonces yo tampoco.
P- Entonces yo si tengo.
M- Llamalo entonces.
P- Por que, si vos también tenés crédito.
M- Si vos no lo llamabas porque no tenías crédito pero resulta que sí tenés, llamalo vos.
P- Yo dije que tenía para que vos tengas y lo llamés.
M- Al pedo, ahí está.
Juan- Que tal chicos, sorry que llegué tarde.
M- Podrías haber avisado no, boludo.
J- Es que no tengo crédito.
Eso fue todo, simple. Entenderán que los nombres los inventé.
Ahora me voy ya que llego tarde a una reunión y no tengo celular para avisarle a nadie

viernes, 15 de junio de 2007

Nuestros héroes

Sin darnos cuenta, hemos sido manipulados mentalmente a lo largo de toda nuestra infancia.
Cuando éramos chicos, solíamos pasar horas frente al televisor disfrutando de las distintas series que mostraban a nuestros superhéroes logrando grandes osadías y misiones. Y sin duda alguna, esos eran nuestros ejemplos a seguir, los disfraces que utilizábamos, las frases que repetíamos y hasta sus movimientos imitábamos. Sin embargo, con un par de años más, y por qué no algunas neuronas puestas en funcionamiento, podemos develar que fuimos engañados vilmente.
Algunas muestras de esta hipótesis:
Imagino que todos recordarán al marino Popeye, que para lograr sus grandes hazañas (y conquistar una mujer realmente fea, Olivia, que encima le era infiel con su archienemigo, Brutus) debía consumir el contenido verde de una lata (supuestamente espinaca) fumándoselo en su pipa. Por otra parte, Droopy con su gesto de constante modorra y pasado de vueltas, aparecía en distintos lugares sin explicación lógica (seguramente consumía algo que lo hacía teletransportarse, y así le quedaba la cara). A Superman, le mostraban una misteriosa piedra verde y se ponía como loco. Los Pitufos eran un montón, y sin embargo tenían sólo a una femenina (Pitufina, pobre de ella). Quizás por eso sólo se alegraban la vida arruinándosela a un cura (Gargamel), lindo ejemplo.
Pero evidentemente esas eran producciones de otros países. Acá lo teníamos a García Ferré, que inventó a Súper Hijitus, un linyero que vivía en la villa y se hacia el indefenso, pero que cuando se metía en su sombrero (vaya a saber uno que escondía allí) salía volando hecho un desquiciado. Y ni hablar de su “amigo”, el mercenario de Larguirucho, que un día jugaba con él y al otro intentaba matarlo (sin olvidar que pucho no paraba de fumar).
Y ahora todo el mundo anda desesperado por el alto consumo de drogas que hay en la Argentina… ¿de qué se quejan? Si ustedes nos prendían la tele.

martes, 12 de junio de 2007

Amsterdam bajo agua


lunes, 4 de junio de 2007

Camino a la fama!

Gente, les comento que nuestro blog está publicado ya en algunas comunidades, como es el caso de Technorati. Esperemos poder compartir nuestro pequeño espacio con mucha más gente.
Saludos
Technorati Profile

domingo, 3 de junio de 2007

martes, 29 de mayo de 2007

Versos al aire puro

Con dolor por los actores
Principales del maltrecho
Anunciamos: Fumadores,
No se fuma bajo techo.

Por ordenanza social
Han de librarse de estar
Convirtiendo en negro umbral
Los rincones de algún bar

Y a partir del dos de octubre
-decreto municipal-
No es más acción insalubre
Respirar en un local

Aunque caminen cual parias
Esta medida es estricta
No desprendan quejas varias
Por algo que la ley dicta

El bar era albergue abierto,
Salón con gases insertos.
Un frasco con labios yertos,
Sentencia de fueyes muertos.

La ley es recuerdo vivo
Un libro lleno de indicios:
No has de impedir el alivio
De aquel que no sufra el vicio.

Si padece la ansiedad
Por besar un cigarrillo
Recomendamos probar
Nicotina en su pocillo.

lunes, 21 de mayo de 2007

El club de los cretinos

Todas las mañanas, Felipe, se arrepiente de haberse rendido tan rápido la noche anterior en la batalla contra su persiana que nunca quiere cerrar bien. El resultado es siempre el mismo: la luz de un sol radiante, o algún brillo intenso, atraviesa el ventanal y da justo en la cara de Felipe que no sabe dormir con luz.
Ya mal humorado, como cada una de las mañanas en las se levanta en su casa, Felipe se sienta sobre la cama, con el cuerpo acurrucado y ofendido. Después de un rato se pone de pie, bosteza forzosamente (como si fuera una necesidad de quien despierta cuando lo es, en realidad, de quien tiene sueño), y se va al baño. En el trayecto se golpea el dedo meñique con la pata de una mesa ratona que el día anterior no estaba allí -el jura que no estaba allí-. Putea al aire y a su hermano, si es que pasa cerca en ese momento. Entre ese golpe y la llegada al baño odia al mundo por no haberle regalado más minutos bajo las sabanas al despertar (ignora que esos momentos son valiosos sólo porque escasean).
Ya con el agua golpeándole el rostro, todo toma color. El hermano deja de ser tan odioso y la boca (a fuerza de buches) abandona la tempestad del mal aliento.
En calzoncillos, boxers livianos que brinden libertad al dormir, se dirige a la cocina. "Buen día, Felipe", escucha desde algún lado pero aún no están las cosas como para ser cordial. Durante la hora que sucede al amanecer es legal detestar a la sociedad.
Felipe sigue con su rutina entonces: toma una taza de la alacena, abre la heladera, agarra la leche, pone la taza dentro de la heladera y la cierra. Al instante se da cuenta de que aún duerme y maldiciendo su estupidez abre el refrigerador, recupera la taza y deja todo en la mesa. Busca la cuchara, luego el chocolate (el café aceleraría la llegada a la lucidez y no es el objetivo), prepara su chocolatada y se dispone a tomarla.
Una vez sentado le agarra antojo de tostadas y vuelve a levantarse mientras se pregunta por qué no se le antojaron antes de sentarse. El fin, lo supera. Llega a la heladera nuevamente, la abre y busca el pan lactal. No lo encuentra hasta que llega al fondo del contenedor y descubre un paquete que amaga a estar vacío, lo toma. Se encuentra con la noticia más atroz de su mañana: solo queda la tapa, la desgraciada y huérfana tapa.
Felipe suspira, se define en ese preciso momento todo su destino, su identidad, su persona. Él sabe del dilema y del honor. Ni por un segundo cree que esa es una decisión menor. ¿Quién es Felipe? Se define en ese recorte del tiempo donde lo sublime y lo patético se enfrentan cara a cara.

Felipe suspira, llora un llanto soñoliento, y estira su mano hacia el macabro acto de acceder, de conformarse. Felipe aceptó la membresía y sabe la condena. Con el cartel en la frente se prepara su tostada y termina el desayuno. Se viste, busca sus cosas y sale de su casa. Busca la llave, abre la puerta y dispone sus pies a la partida pero nada será entonces lo mismo. Desde ese día y desde esa decisión, Felipe, ya no sale a la ciudad o a la calle, no. Porque desde ese día, ese hombre, sale al concurrido y siempre estable "Club de Los Cretinos", el mismo que puede tenerlo a usted, lector, como miembro fundador.

viernes, 18 de mayo de 2007

Dame fuego

Las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti, cantaban unos sabios roqueros españoles. ¿Por qué digo esto? Paso a explicar…
Desde antaño, las civilizaciones más primitivas y rudimentarias utilizaron el fuego para comer (cociendo los alimentos), darse calor, y proveerse de luz. Esta última variante predominó en el tiempo hasta que algunos hombres se pusieron a pensar e inventaron la bombilla eléctrica (entre otros, Thomas Alva Edison).
Todo parecía ser más sencillo de esta manera: las noches no implicaban ya la idea de realizar tareas en la oscuridad ni tener que estar maniobrando artefactos de gas o kerosén peligrosos para iluminar. La gente se adaptó rápidamente a esta nueva era de la electricidad.
Sin embargo, no todo fue tan positivo: el hecho de que la gente se acostumbrara a la practicidad de la luz artificial provocó una dejadez, una holgazanería tal que a nadie se le ocurre hoy en día no contar con iluminación en cada rincón que la desee. Y el fuego, traicionado y envuelto en una cólera sin límites, se vengó por el desamparo producido por el ser humano:
Un incendio dejó a oscuras a miles de vecinos del Conurbano y la Capital
Y claro, que esperaban, millones de años siendo uno de los recursos más importantes del hombre, y de un día para el otro sólo sirve para hacer asaditos.
La gente, desesperada, esperando una solución desde sus hogares apagados. Y en el Cuartel de Bomberos nadie enterado del siniestro: claro, sin luz no suena la sirena. Y en la Comisaría no contesta nadie: por supuesto, el teléfono no funciona porque no hay luz, y para el caso se fueron todos a lo de Porota, la vecina de enfrente, que tiene grupo electrógeno e invita amablemente a los oficiales a ver el partido por TV.
El único que se enteró del suceso fue el Defensor del pueblo, pero se quedó parado en el cruce de Rivadavia y Acoyte, porque el semáforo nunca se ponía en verde (ni en amarillo, ni en rojo).
Más de ciento sesenta y ocho mil casas se quedaron sin luz, y el fuego, que antes servía para iluminar, ahora se tomaba revancha y dejaba a todos en la penumbra.
Por eso, insisto, el destino se burla de ti…

martes, 15 de mayo de 2007

La pecera

"El aire estaba tan húmedo que un pez podría nadar en él"

Truman Capote

viernes, 11 de mayo de 2007

Cuestión de tiempo

- ¿A que hora salís?
- Ahora.
- Bueno, entonces voy bajando.
- No… baja en diez, o quince.
- ¿Pero no te ibas ahora?
- Sí, ahora, en diez, quince.
Por suerte debemos estar tranquilos. No somos los argentinos los que cambiamos los hábitos, o simplemente somos impuntuales. Es el idioma que no se amolda. (Claro, como van a pensar eso de nosotros).
Las palabras “ahora” (adverbio de tiempo, en este momento, en el tiempo actual, presente) y “ya” (conjunción distributiva, ahora u ora) han cambiado significativamente su sentido.
Cuando uno utiliza esas palabras, se refiere a un tiempo futuro, no siempre inmediato (más bien mediato: mediato me como un sándwich, me ducho, me cambio, veo un poco de tele, y recién ahí me dispongo a hacer lo que tenía planeado). Para tratar de dar una definición académica, podríamos decir:
Ahora: dícese de la cantidad de tiempo, que generalmente oscila entre los quince y treinta minutos -en los mejores casos-, que le toma a una persona hacer esperar a otra. Ingenuamente considerada como “en este momento”.
En cambio, en Perú se lo han tomado muy en serio -demasiado diría cualquier argentino- creando un plan especial llamado “Perú, la hora sin demora”. Simplemente cito un fragmento de la nota:
A pesar que un 67 % de los encuestados se muestra de acuerdo en que ser impuntual supone una falta de respeto hacia las demás personas, un 15 % indica que ser impuntuales es una costumbre en el país y, por lo tanto, no tiene nada de malo.
Para el que se quiera informar más lo puede hacer:
http://www.elpais.com/articulo/gente/Peru/hora/demora/elpepugen/20070219elpepuage_1/Tes
Sin mucho más para agregar, los dejo, ya que ahora me tengo que ir a la facultad. Sí, ahora.