lunes, 30 de junio de 2008

La gente muere muy seguido

El pasado martes un perro murió. Sorprendido en un tiroteo encontró una bala perdida que le mostró su destino y se sacrificó en pólvora. Nadie se detuvo a lamentarse, no hubo premios ni castigos. No salió en las noticias y nada lo lloró. Yo tampoco.
El perro no tenía familia, ni dueño, ni casa. Era sólo un perro callejero que, a decir verdad, poco me importa. Pero lo tomo como recurso para escribir esta historia, sobre la gente que no le importa al mundo y que muere por él.

Sonriendo sonrió, pero no era una risa contagiosa, sino inmunda. Generaba asco y fue por eso que decidí matarlo. Qué puede darle al mundo una persona que es desagradable, aun riendo.

“Sabés que te quiero, ¿no tonti?”, eso fue lo último que dijo Mercedes. Quizás fui un poco drástico, pero no podía permitir que una mujer degrade a su raza, despojándola de lo único que maneja a la perfección, la sutileza. La maté porque ella mataba al suspenso. Se lo merecía.

Esa persona, que debía cobrarme la boleta de la luz, creía estar ocupada en cosas importantes, y con el celular en su oído me ignoraba. Yo ignoré los principios básicos de una sociedad y después de arrojarle el celular al piso, la mate. Si no fuera porque estaban anonadados y asustados, la gente me hubiera aplaudido.

Soy, sin duda, un criminal que merece un monumento. Soy un héroe posmoderno: no muero por mi causa, mato por ella. Que el sacrificio lo hagan otros, a mi me alcanza con la gloria que yo sé merecer.

lunes, 23 de junio de 2008

Pensar, decir y hacer

En el mundo hay distintas clases de personas. Filósofos, sociólogos y pensadores se arrojaron a discriminar diferentes clasificaciones que existen del ser humano, con profundizaciones teóricas, tecnicismos propios de intelectuales y todo tipo de dificultades muchas veces, valga la redundancia, difíciles de entender (innecesarias).

En este caso, me tomé el atrevimiento de realizar una suerte de escalafón, o simple enumeración de, a mi parecer, las distintas personas con las que nos podemos cruzar en la vida.

Para comenzar esta guía clasificatoria, habría que realizar una división entre tres de los principales mecanismos ejercidos por todos los hombres y mujeres –al menos, ojalá así fuera– en cada acontecimiento de su vida: Pensar, decir y hacer. Porque nadie actúa de la misma manera en un asado con amigos/as que en una cena con los suegros.

Pensar, decir y hacer será entonces el primer molde. Inversamente, todos hacemos cosas, algunos más otros menos. En menor medida, casi todos decimos cosas. Y ya en casos aislados, muy pocos piensan cosas. Pero como está tan de moda por estos días la generalización innecesaria, diremos que las personas piensan, dicen y hacen cosas. La cuestión a desarrollar es la coincidencia o, en su defecto, la incompatibilidad de estas tres acciones.

Entonces nos encontramos, entre diversas combinaciones, ante cinco posibilidades que pasó a desarrollar.

Están los que piensan algo, lo dicen y actúan conforme a ello. Son las personas leales, legítimas, fieles a sus convicciones. Seres nobles y honrados.

En otro escalón se encuentran los que hacen lo que dicen, es cierto, pero piensan otra cosa. Actúan de una manera conforme a sus palabras, pero en su cabeza se da la contradicción. Allí se hace presente la deslealtad, pero con uno mismo. Es la propia persona la que se traiciona.

A diferencia de estos últimos, están los que hacen exactamente lo que piensan, sin embargo, dicen otra cosa. Esta clase de seres no sólo es mentirosa y falsa, sino que es indeseable.
Para finalizar, existen dos paradigmas más, en un nivel distinto a los antes mencionados (probablemente por debajo). Por un lado, los que dicen lo que piensan, pero hacen otra cosa. Tan difíciles de interpretar son, que los ubico en el molde de “pelotudos”. Y por otro lado, los que piensan de una manera, dicen otra cosa, y hacen cualquier otra. En este final, hago partícipes a los mental y psicológicamente desordenados. O simplemente, locos.

Sin más, los despido a ustedes leales, traidores sí mismos, falsos, pelotudos y dementes.

jueves, 19 de junio de 2008

Preguntas

¿Pensar es extrañarte, o es sólo una condición abominable que se instaló en mi cabeza? Si ahora siento que no te tengo no me tengo que preocupar, si cuando te tenía me faltabas. O peor, me sobrabas. ¿Pero por qué la cabeza juega con nosotros, y pone a los recuerdos en un sube y baja?
Ahora lo veo. Todo es tan perfecto como en una película de los ´80, llena de clichés. Las sábanas tibias a la mañana. La frazada no está, te la envolviste por el cuerpo para ir al baño porque odias caminar desnuda por la casa. Tu ropa tirada por todo el cuarto. No te importa que se ensucie, porque te vas a poner mi camisa y me vas a decir que te encanta tener mi perfume en tu cuerpo. Y los dos sabemos bien que no tengo olor a perfume, pero vos insistís con que es ese olor a mí. Y hasta me lo creo.
Después viene el enojo porque prendí la tele. Reclamás un abrazo como condición para la amnistía y la guerra pasa a ser otra. No sé como conseguís que en una mañana tan fría no necesite abrigarme. Toda la casa entra en clima, el de tu ritmo.

Pero no. No pensaba esto esa noche, cuando a la una y media se te ocurrió llamarme porque no había ido a la casa de tu amiga. ¿Y qué carajo iba a hacer yo ahí? Si mi relación con tus amigas es clara y recíproca. Si es de tu conocimiento que nos odiamos mutuamente, ¿por qué voy a ir a estirar los labios y fingir una sonrisa innecesaria, contando los minutos para irme? Si sabías que todos mis amigos se juntaban a comer, ¿cuál era la necesidad que me lleves a un lugar tan extranjero para mí? ¿Por qué todo hay que solucionarlo en ese momento? Tu adicción a hablar por teléfono no la vi ni en un documental, y te cuesta aceptar que el celular es una vía de comunicación, no un hobby. Y si acaso para vos lo es, ¿qué parte no entendías que para mi era una tortura?
Claro que no pensaba eso, pero ahora, cuando el sol se esconde debajo de ese edificio que nos cubría con su sombra, prendo la luz para olvidarte. La casa está fría, y la ropa ordenada. Ya me olvidé como es el olor a mí.