Bendita sea la muerte
A raíz del último titular nunca publicado por la revista “Barcelona” que hubiera rezado: “Crisis energética, el gobierna aprueba la eutanasia para ahorrar energía desenchufando”, creo pertinente hacer una reflexión.
En la consciencia del director de la revista quedará un dejo de culpa que indefectiblemente ha de tener ya que no solo juega con la muerte sino que también propone una medida que de poco serviría para ahorrar energía y además ilusiona a millones de infelices que creen que el término “desenchufarse” se aplica a sacarse el stress de encima.
Pero para otras citas quedará el juicio moral que se debe hacer para con la revista ya que en esta ocasión me dedicaré a sostener un ferviente “NO” a la legalización de la eutanasia.
Etimológicamente hablando, el término significa: “buena muerte”, lo cual me parece una contradicción en sí. No hay nada de positivo que pueda aplicarse a la muerte si es que esta fue dada por lo humano y no por lo divino. Aquí no hay optimismo que valga.
Morir no se hace bien o se hace mal, porque morir no se hace, simplemente sucede.
“Vendrán los cuatro balazos, y con los cuatro el olvido”, pero vendrán desde el cielo y no desde el hombre mismo.
No está, ni puede estar en nuestras manos la vida de una persona. Va contra la religión, contra la moral y contra la naturaleza. Pero quienes están a favor se tornan lingüistas y transforman el hecho de matar en el término “desenchufar”. La vida no es una cuestión de voltios o amperes, hay mucho más en juego.
Dar buena muerte a alguien no es más que matar con delicadeza, digno de un asesino bien educado que apunta directo a la cabeza para evitarnos la agonía.
Probablemente dirán que para quien tiene un familiar en coma es una liberación dejarlo fallecer, no alargar más el último aliento. Pero eso no es decisión más que de quien está postrado, y si aún así el enfermo es quien pide morir hay que saber que su juicio ha de estar nublado por el sufrimiento. Quienes agonizan no son seres racionales. Se tornan cursis y extremistas, dicen cuanto quieren a sus hermanos y familiares, piden que se donen todos sus bienes y se arrepienten de todos sus pecados.
Pero si a un borracho o angustiado no se lo escucha cuando dice que quiere morir, ¿Por qué escuchar a un enfermo terminal?
Más vale consolarlo y explicarle que es ilegal desenchufarlo, como así también darle marihuana o algo que lo alivie. Explicarle además que el hospital no tiene un cheff internacional y que la tele solo toma canales de aire.
Y decirle al final que la muerte llegará de forma natural. Leerle a Borges y recitar: “Manuel Flores va a morir, eso es moneda corriente. Morir es una costumbre que sabe tener la gente”.
Explicar que no lo pueden matar pero mostrarle la “Barcelona” y saber que como viene el país tal vez tenga suerte, se corte la luz y empiece él a verla en otro lado, en otro mundo.