Lluvia cae
A lo largo del mundo existieron y existen muchas civilizaciones que aseguran que cuando llueve, lo que en realidad sucede es que el cielo le está haciendo el amor a la tierra. En cambio, nuestra tantas veces aburrida cultura de occidente nos enseñó que se trata de ángeles que lloran, o que simplemente es un día de mierda.
Lo que me motivó a escribir estas líneas fue la semana lluviosa que vivió Buenos Aires. Si tuviéramos un pensamiento distinto, nos divertiríamos imaginando la terrible orgía que se armó el cielo con la tierra, pero nuestro saber occidental nos obliga a pensar que los ángeles están muy angustiados, o que simplemente fue una verdadera semana de mierda.
Pero no todo termina ahí. Porque la ciudad cambia su aspecto, su fisonomía, cuando llueve. Y basta tan sólo con salir a la calle para poder apreciarlo. Las señoras mayores salen de sus casas en masa, con paraguas gigantes y puntiagudos (no de esos que tenemos en casa, que probablemente no salen más de diez pesos, y que con el más mínimo viento se desarman), caminando por debajo de los pocos techos que resguardan a los indefensos del agua obligándolos a quedar a la intemperie. Como diría un amigo, la proliferación de paraguas puede dejar tuerta a la población.
Las baldosas flojas se vengan de los calzados que las pisan a diario, salpicando no sólo zapatillas, sino también pantalones y en algunos casos hasta remeras. Y lo peor es que uno se mancha cuando está a punto de llegar a destino, no a mitad de viaje ni al comienzo, como una broma del destino.
Los autos desafían a los peatones que se atreven a pararse debajo de la vereda, salpicándolos con la complicidad de los baches que se encuentran por doquier.
Y sobre el final del día, los pronosticadores se lavan las manos con el mismo agua de la lluvia, asegurando que habrá alguna diminuta posibilidad de pequeñas lloviznas muy aisladas y difíciles de encontrar, y cuando comienzan a caer de punta se jactan: “Nosotros se lo advertimos”… Al menos no hubo granizo, ¿no?
En fin, una semana triste para nosotros, y atrevida para los demás, ¿qué se le va a hacer?
Lo que me motivó a escribir estas líneas fue la semana lluviosa que vivió Buenos Aires. Si tuviéramos un pensamiento distinto, nos divertiríamos imaginando la terrible orgía que se armó el cielo con la tierra, pero nuestro saber occidental nos obliga a pensar que los ángeles están muy angustiados, o que simplemente fue una verdadera semana de mierda.
Pero no todo termina ahí. Porque la ciudad cambia su aspecto, su fisonomía, cuando llueve. Y basta tan sólo con salir a la calle para poder apreciarlo. Las señoras mayores salen de sus casas en masa, con paraguas gigantes y puntiagudos (no de esos que tenemos en casa, que probablemente no salen más de diez pesos, y que con el más mínimo viento se desarman), caminando por debajo de los pocos techos que resguardan a los indefensos del agua obligándolos a quedar a la intemperie. Como diría un amigo, la proliferación de paraguas puede dejar tuerta a la población.
Las baldosas flojas se vengan de los calzados que las pisan a diario, salpicando no sólo zapatillas, sino también pantalones y en algunos casos hasta remeras. Y lo peor es que uno se mancha cuando está a punto de llegar a destino, no a mitad de viaje ni al comienzo, como una broma del destino.
Los autos desafían a los peatones que se atreven a pararse debajo de la vereda, salpicándolos con la complicidad de los baches que se encuentran por doquier.
Y sobre el final del día, los pronosticadores se lavan las manos con el mismo agua de la lluvia, asegurando que habrá alguna diminuta posibilidad de pequeñas lloviznas muy aisladas y difíciles de encontrar, y cuando comienzan a caer de punta se jactan: “Nosotros se lo advertimos”… Al menos no hubo granizo, ¿no?
En fin, una semana triste para nosotros, y atrevida para los demás, ¿qué se le va a hacer?
2 comentarios:
"LLuvia cae lentamente sobre mí" que crack el iglesias.
Muy bueno hermano, realmente muy bueno aunque en lo personal no hay nada que me alegre más que la lluvia, añoranza de vida londinense será tal vez pero mojarse es una experencia feliz.
Lo siento, solo he leido esta entrada de todo tu blog, y es porque he cogido la foto del paraguas y lo he puesto en mi blog( http://burgueblues.blogspot.com/ ), aún así me gustó.
no veo inconveniente para seguir leyendo.
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