viernes, 31 de agosto de 2007
domingo, 26 de agosto de 2007
Domingues
A lo largo de la infancia hemos recibido diversos tipos de preguntas, algunas relacionadas con el deporte, como “de qué equipo sos”, o “cuál es tu jugador favorito”. Quién no hizo alguna vez una ronda de penales diciendo: "Yo atajando soy Goycochea, Navarro Montoya o Passet, y pateando soy Medina bello, el Manteca Martínez, o incluso el Pampa Biaggio".
Pero también existían otras preguntas, algo misceláneas, como cuál es tu color favorito, o tu número preferido. Azul y rojo se robaban el protagonismo mientras que el siete, el cuatro y el diez también tenían lo suyo. Pero hay una pregunta cuya respuesta ha cambiado con el correr del tiempo y ha sido de lo mas variada: ¿cuál es el mejor día de la semana?
Ay ay ay, que preguntita... muchos han asegurado que como el viernes no hay otro, se termina la semana y comienza el tan esperado finde, todo parece alegría en esa jornada. Otros tantos no dudan en decir que el sábado es de lo mejor, porque se duerme hasta tarde, se hace deporte, se sale a la noche, y al día siguiente todavía se puede dormir.
Otros podrán optar por algún día de la semana, dado que hacen algo especial, como picadito de los miércoles, o alguna actividad extra curricular. Pero, visto y considerando que es una respuesta muy difícil de encontrar o generalizar, voy a invertir la pregunta: ¿Cuál es el peor día de la semana?
Y aquí las cosas se empiezan a poner un poco mas claras.
A pesar de que es un día en el que no hay responsabilidades, nadie elige al domingo como el preferido.
Fue el día que, según los católicos, Dios escogió para descansar. Para algunos es el primero de la semana, para otros el último, pero para nadie el mejor. No se puede quitar del imaginario colectivo la idea del domingo amargo, aburrido, nublado (como si nunca hubiera domingos soleados, irónicamente la traducción del inglés es el día del sol, sunday).
El simple hecho de saber que al terminar el día comenzará la semana agobiante, el domingo se convierte en nuestro enemigo, a pesar de formar parte del “sagrado” fin de semana.
Y lo peor que tiene es, sin lugar a duda, el período que va desde las siete de la tarde (ya ni fútbol hay para ver) hasta la media noche, porque no hay vuelta atrás, el finde está en su lecho de muerte.
A estas amargas cinco horas, una triste tarde de domingo caminando por el barrio de Balvanera, un amigo y yo dimos en llamarlas “Domingues”, la perfecta mezcla entre el domingo y el lunes.
Por eso, y ya sin temor a equivocarme, en esta tarde nublada y lluviosa de domingues en la que el aburrimiento me llevó a escribir estas palabras, declaro al nuevo día bautizado, como al peor de la semana.
Pero también existían otras preguntas, algo misceláneas, como cuál es tu color favorito, o tu número preferido. Azul y rojo se robaban el protagonismo mientras que el siete, el cuatro y el diez también tenían lo suyo. Pero hay una pregunta cuya respuesta ha cambiado con el correr del tiempo y ha sido de lo mas variada: ¿cuál es el mejor día de la semana?
Ay ay ay, que preguntita... muchos han asegurado que como el viernes no hay otro, se termina la semana y comienza el tan esperado finde, todo parece alegría en esa jornada. Otros tantos no dudan en decir que el sábado es de lo mejor, porque se duerme hasta tarde, se hace deporte, se sale a la noche, y al día siguiente todavía se puede dormir.
Otros podrán optar por algún día de la semana, dado que hacen algo especial, como picadito de los miércoles, o alguna actividad extra curricular. Pero, visto y considerando que es una respuesta muy difícil de encontrar o generalizar, voy a invertir la pregunta: ¿Cuál es el peor día de la semana?
Y aquí las cosas se empiezan a poner un poco mas claras.
A pesar de que es un día en el que no hay responsabilidades, nadie elige al domingo como el preferido.
Fue el día que, según los católicos, Dios escogió para descansar. Para algunos es el primero de la semana, para otros el último, pero para nadie el mejor. No se puede quitar del imaginario colectivo la idea del domingo amargo, aburrido, nublado (como si nunca hubiera domingos soleados, irónicamente la traducción del inglés es el día del sol, sunday).
El simple hecho de saber que al terminar el día comenzará la semana agobiante, el domingo se convierte en nuestro enemigo, a pesar de formar parte del “sagrado” fin de semana.
Y lo peor que tiene es, sin lugar a duda, el período que va desde las siete de la tarde (ya ni fútbol hay para ver) hasta la media noche, porque no hay vuelta atrás, el finde está en su lecho de muerte.
A estas amargas cinco horas, una triste tarde de domingo caminando por el barrio de Balvanera, un amigo y yo dimos en llamarlas “Domingues”, la perfecta mezcla entre el domingo y el lunes.
Por eso, y ya sin temor a equivocarme, en esta tarde nublada y lluviosa de domingues en la que el aburrimiento me llevó a escribir estas palabras, declaro al nuevo día bautizado, como al peor de la semana.
Escrito por Gastón Bourdieu a las 17:26 1 comentarios
sábado, 18 de agosto de 2007
Salvando las distancias
Si mal no recuerdo fue un partido contra Lanús, no soy bueno para los resultados pero si me acuerdo de esta anécdota ha de ser porque ganamos; siempre que Boca pierde yo me olvido del partido, hay una especie de magia exitista con mi memoria.
Había ido a la cancha con un amigo chileno que quería conocer la mítica Bombonera y yo siempre ando en plan de anfitrión con los extranjeros, me gusta mostrar que pasé toda mi vida entre lo que ellos tenían tantas ganas de conocer.
El partido estuvo bien, era comienzo de campeonato y había alegría en el aire además de otras sustancias. Se cantó mucho ese partido, el chileno estaba encantado. Claro, allá no se vive de la misma manera, hay como mucha mesura a la hora de gritar.
Pobre el chileno, estaba callado al lado mío mirando como alentábamos y en eso, anda a saber por qué, en un ataque de Lanus, sin riesgo porque estaba liquidado el partido, saltó uno de atrás nuestro y se puso como loco a insultar a un jugador del otro equipo que vaya a saber uno quien era. El tema es que no lo agredía a la ligera, no. “Chileno hijo de puta” le decía, “chileno cagón” continuaba. Un propendo de insultos magistral pero siempre precedido de “chileno”; ni cerca de ser chileno estaba el jugador encima.
Vaya uno a saber de donde salió eso, en la popular hay cada cosa también, y mi amigo, pobre, se reía nomás, como si le causara gracia que ser chileno era para ese hincha un insulto en sí.
Pero no era eso lo que me estaba acordando, sino de un viejito que estaba al lado nuestro vestido con un piloto negro que parecía ser parte de su piel ya. Callado el viejo, miraba el partido mientras tenía su radio sin auriculares pegada al oído. Cada tanto nos hablaba, como si fuéramos antiguos conocidos, nos decía “a este tres hay que matarlo”, y al rato agregaba “fenómeno el tres como levantó eh, me hace acordar a Marzolini”. Andá a saber cuantos equipos habrá visto el hombre.
Esa tarde con Lanús el que estaba intratable era Palacio, de acá para allá se corría todo; buscaba pases imposibles y los recuperaba. Estábamos todos encantados, el chileno cada dos minutos me decía “como corre ese cabro”, para qué, una fiesta de elogios. Y yo esperaba el comentario del viejito, porque uno nunca sabe con que se va a encontrar, ¿no? Y llegó el comentario, me miró después de una jugada bárbara que no terminó en gol y me dijo “Cómo se extraña al murciélago, ¿no? Graciani lo hacía seguro. Aunque este pibe, Palacio, es bueno eh. Lindas diagonales tira, habrá aprendido del Alfil.”
Y yo mucho no me acordaba sinceramente, entre que soy joven y que estaba metido en el partido no entendí de quien hablaba y le pregunté nomás. Para qué, un discurso me dio el viejo: “El alfil Graciani, alfil por las diagonales que tiraba. Campeón de la Supercopa 89, de la Recopa 90, 81 goles tiene en Boquita. Graciani, que fenómeno, podés creer, 250 partidos con la azul y oro, nene.”
Yo me sentía ignorante y un poco avergonzado. Quería zafarla de algún modo, quedar bien con uno esos hinchas históricos, que tienen más partidos vistos que las gradas mismas. “Pero Palacio también es bueno, ¿o no?”, le dije a ver que salía. “¿Palacio? Un crack el pibe, poco más de cien partidos y supera los cuarenta goles, ¿de qué me hablás? Viste como corre, busca todas. ¿Y las diagonales que tira?, otra que Graciani. Graciani, que fenómeno el alfil, 81 goles nos dio, podes creerlo”. No se acordaba lo que decía el viejo, sólo sabía de jugadores, de campeonatos, de goles, de partidos. Pero bueno, que otra cosa importaba, estábamos en la cancha y aproveché la amnesia del anciano para quedar bien viste, “el alfil por las diagonales que tiraba, ¿no?” le dije. Después nos interrumpió un gol, es que pasan tantas cosas en la tribuna, cuando quise darme cuenta, estaba el chileno amigo mío festejando el gol abrazado al que puteaba a los chilenos.
Cosas del fútbol. Yo volví a casa y me puse a ver videos que tenía por ahí, la verdad que un fenómeno el alfil, tenía razón el viejo nomás, tenía razón.
Había ido a la cancha con un amigo chileno que quería conocer la mítica Bombonera y yo siempre ando en plan de anfitrión con los extranjeros, me gusta mostrar que pasé toda mi vida entre lo que ellos tenían tantas ganas de conocer.
El partido estuvo bien, era comienzo de campeonato y había alegría en el aire además de otras sustancias. Se cantó mucho ese partido, el chileno estaba encantado. Claro, allá no se vive de la misma manera, hay como mucha mesura a la hora de gritar.
Pobre el chileno, estaba callado al lado mío mirando como alentábamos y en eso, anda a saber por qué, en un ataque de Lanus, sin riesgo porque estaba liquidado el partido, saltó uno de atrás nuestro y se puso como loco a insultar a un jugador del otro equipo que vaya a saber uno quien era. El tema es que no lo agredía a la ligera, no. “Chileno hijo de puta” le decía, “chileno cagón” continuaba. Un propendo de insultos magistral pero siempre precedido de “chileno”; ni cerca de ser chileno estaba el jugador encima.
Vaya uno a saber de donde salió eso, en la popular hay cada cosa también, y mi amigo, pobre, se reía nomás, como si le causara gracia que ser chileno era para ese hincha un insulto en sí.
Pero no era eso lo que me estaba acordando, sino de un viejito que estaba al lado nuestro vestido con un piloto negro que parecía ser parte de su piel ya. Callado el viejo, miraba el partido mientras tenía su radio sin auriculares pegada al oído. Cada tanto nos hablaba, como si fuéramos antiguos conocidos, nos decía “a este tres hay que matarlo”, y al rato agregaba “fenómeno el tres como levantó eh, me hace acordar a Marzolini”. Andá a saber cuantos equipos habrá visto el hombre.
Esa tarde con Lanús el que estaba intratable era Palacio, de acá para allá se corría todo; buscaba pases imposibles y los recuperaba. Estábamos todos encantados, el chileno cada dos minutos me decía “como corre ese cabro”, para qué, una fiesta de elogios. Y yo esperaba el comentario del viejito, porque uno nunca sabe con que se va a encontrar, ¿no? Y llegó el comentario, me miró después de una jugada bárbara que no terminó en gol y me dijo “Cómo se extraña al murciélago, ¿no? Graciani lo hacía seguro. Aunque este pibe, Palacio, es bueno eh. Lindas diagonales tira, habrá aprendido del Alfil.”
Y yo mucho no me acordaba sinceramente, entre que soy joven y que estaba metido en el partido no entendí de quien hablaba y le pregunté nomás. Para qué, un discurso me dio el viejo: “El alfil Graciani, alfil por las diagonales que tiraba. Campeón de la Supercopa 89, de la Recopa 90, 81 goles tiene en Boquita. Graciani, que fenómeno, podés creer, 250 partidos con la azul y oro, nene.”
Yo me sentía ignorante y un poco avergonzado. Quería zafarla de algún modo, quedar bien con uno esos hinchas históricos, que tienen más partidos vistos que las gradas mismas. “Pero Palacio también es bueno, ¿o no?”, le dije a ver que salía. “¿Palacio? Un crack el pibe, poco más de cien partidos y supera los cuarenta goles, ¿de qué me hablás? Viste como corre, busca todas. ¿Y las diagonales que tira?, otra que Graciani. Graciani, que fenómeno el alfil, 81 goles nos dio, podes creerlo”. No se acordaba lo que decía el viejo, sólo sabía de jugadores, de campeonatos, de goles, de partidos. Pero bueno, que otra cosa importaba, estábamos en la cancha y aproveché la amnesia del anciano para quedar bien viste, “el alfil por las diagonales que tiraba, ¿no?” le dije. Después nos interrumpió un gol, es que pasan tantas cosas en la tribuna, cuando quise darme cuenta, estaba el chileno amigo mío festejando el gol abrazado al que puteaba a los chilenos.
Cosas del fútbol. Yo volví a casa y me puse a ver videos que tenía por ahí, la verdad que un fenómeno el alfil, tenía razón el viejo nomás, tenía razón.
Escrito por Dr. Hado a las 15:48 0 comentarios
martes, 7 de agosto de 2007
Un viejo viaje
Venía viajando -y este no es un dato menor- y empecé a pensar que iba a escribir. Fue algo muy raro, porque sabía que a pesar de que tenía la idea de qué era lo que iba a volcar al papel, también era consciente de que poco iba a tener que ver eso con lo que pasaba por mi cabeza.
Se trata simplemente de un camino sin salida, o sin vuelta atrás mejor (o al menos es muy difícil). Como una fuga de ideas, pero nada que ver. Entiendo que a esta altura no entiendan nada, es lógico, pero no desesperen.
Simplemente quiero pasar a letras el viaje que realiza nuestra cabeza constantemente. Todos los lugares que recorre a medida que dejamos volar la imaginación y sin necesariamente esforzarnos (de hecho, sin realizar ningún tipo de esfuerzo).
En fin, sin mas preámbulos, voy a comenzar. Venía en el auto, viajando, y pensé, porque sí, pienso. Esa es una frase que se repite mucho, pero es correcta. Si uno tuviera que explicarla diría que es una constante defensa ante algún personaje, que siempre los hay, que nos subestima. Eso sí, cuando somos nosotros no nos gusta que nos respondan de ese modo. Pero es así con todo, a todos nos gusta hacer bromas, pero a nadie recibirlas.
Como con la música, en este momento estoy escuchando Keane, sí, Keane. ¿Te parece gay? A mucha gente, pero estoy convencido de que esa gente escucha cosas peores, más afeminadas aún, y después en la casa charla con su madre y sus hermanas como niñas, como en la tele, cuando pasás por un canal de dibujitos, y ves esas publicidades de muñecas para nena, ¿cómo pueden atrapar a los chicos?, es increíble, además ni siquiera las cambian, el otro día vi una cuya canción decía: “yo lo quiero mucho a mi bebé, mi bebé de Yolibel”, de no creer, la misma que estaba cuando yo era un niño. Cómo pasaba mañanas enteras en frente de la caja boba, increíble, y después me iba para el colegio, porque iba a la tarde, sí, iba a la tarde, ¿que te crees?, que sos más inteligente que yo porque ibas doble turno, no nabo, simplemente tenés menos infancia, porque no pudiste aprovechar programas como top kids, o algo así, que tenia una revista que salía todas las semanas con un muñeco de Mortal Kombat, que buen juego ese, lo mejor del mundo, una vuelta mi mamá nos trajo a mí y a mi hermano el “3”, directo desde Estados Unidos, y estaba ahí, esperándonos en casa, original, con ese olor a nuevo, como en las librerías, que capaz estás horas y horas mirando libro tras libro, y parece que te gustan todos, pero sabes que después no tenés tiempo de leer ninguno, pero es genial igual ese olorcito a nuevo, o como cuando te regalan algo, a pesar de que casi nunca me regalan cosas, de hecho debe ser unos de los traumas de mi infancia, para mis cumpleaños no ligaba nada, toda mi familia siempre fue muy separada y por eso en mis fiestas familiares éramos, con toda la furia y el viento a favor, seis, y no recibía nada encima, todos ratas, hasta mis amigos, cuando armábamos partidos de fútbol para festejar, que bueno, la torta con los jugadorcitos de Boca y River arriba, y la canchita, y corrías hasta no poder mas, y cuando te venían a buscar te querías matar, que sensación fea, como la del dentista, ay, que dolor, y ese ruido, no se como transcribirlo, pero el torno que se acerca a tu boca, y parece que te va a taladrar todo, que dolor...
Uy, ¿por dónde había empezado? Ya me perdí, y es muy difícil volver atrás en este camino. Pero eso no es lo que importa, porque pude mostrarles mi viaje, mi gran viaje de ideas.
Se trata simplemente de un camino sin salida, o sin vuelta atrás mejor (o al menos es muy difícil). Como una fuga de ideas, pero nada que ver. Entiendo que a esta altura no entiendan nada, es lógico, pero no desesperen.
Simplemente quiero pasar a letras el viaje que realiza nuestra cabeza constantemente. Todos los lugares que recorre a medida que dejamos volar la imaginación y sin necesariamente esforzarnos (de hecho, sin realizar ningún tipo de esfuerzo).
En fin, sin mas preámbulos, voy a comenzar. Venía en el auto, viajando, y pensé, porque sí, pienso. Esa es una frase que se repite mucho, pero es correcta. Si uno tuviera que explicarla diría que es una constante defensa ante algún personaje, que siempre los hay, que nos subestima. Eso sí, cuando somos nosotros no nos gusta que nos respondan de ese modo. Pero es así con todo, a todos nos gusta hacer bromas, pero a nadie recibirlas.
Como con la música, en este momento estoy escuchando Keane, sí, Keane. ¿Te parece gay? A mucha gente, pero estoy convencido de que esa gente escucha cosas peores, más afeminadas aún, y después en la casa charla con su madre y sus hermanas como niñas, como en la tele, cuando pasás por un canal de dibujitos, y ves esas publicidades de muñecas para nena, ¿cómo pueden atrapar a los chicos?, es increíble, además ni siquiera las cambian, el otro día vi una cuya canción decía: “yo lo quiero mucho a mi bebé, mi bebé de Yolibel”, de no creer, la misma que estaba cuando yo era un niño. Cómo pasaba mañanas enteras en frente de la caja boba, increíble, y después me iba para el colegio, porque iba a la tarde, sí, iba a la tarde, ¿que te crees?, que sos más inteligente que yo porque ibas doble turno, no nabo, simplemente tenés menos infancia, porque no pudiste aprovechar programas como top kids, o algo así, que tenia una revista que salía todas las semanas con un muñeco de Mortal Kombat, que buen juego ese, lo mejor del mundo, una vuelta mi mamá nos trajo a mí y a mi hermano el “3”, directo desde Estados Unidos, y estaba ahí, esperándonos en casa, original, con ese olor a nuevo, como en las librerías, que capaz estás horas y horas mirando libro tras libro, y parece que te gustan todos, pero sabes que después no tenés tiempo de leer ninguno, pero es genial igual ese olorcito a nuevo, o como cuando te regalan algo, a pesar de que casi nunca me regalan cosas, de hecho debe ser unos de los traumas de mi infancia, para mis cumpleaños no ligaba nada, toda mi familia siempre fue muy separada y por eso en mis fiestas familiares éramos, con toda la furia y el viento a favor, seis, y no recibía nada encima, todos ratas, hasta mis amigos, cuando armábamos partidos de fútbol para festejar, que bueno, la torta con los jugadorcitos de Boca y River arriba, y la canchita, y corrías hasta no poder mas, y cuando te venían a buscar te querías matar, que sensación fea, como la del dentista, ay, que dolor, y ese ruido, no se como transcribirlo, pero el torno que se acerca a tu boca, y parece que te va a taladrar todo, que dolor...
Uy, ¿por dónde había empezado? Ya me perdí, y es muy difícil volver atrás en este camino. Pero eso no es lo que importa, porque pude mostrarles mi viaje, mi gran viaje de ideas.
Escrito por Gastón Bourdieu a las 21:14 1 comentarios
Suscribirse a:
Entradas (Atom)