El último segundo
El reloj se había parado. Todo estaba inmóvil. Las personas, el humo del cigarrillo, las burbujas de la cerveza, el tiempo detenido. El hecho estaba consumado, no había vuelta atrás. En menos de un segundo entendió que todo estaba perdido, que lo que creía su mayor don lo había enterrado en vida. Que nunca más volvería a ser como antes, si es que había un nunca más. Vio el comienzo de las cosas, el desencadenamiento de los hechos. La necesidad de salir a dar una vuelta, elegir ese bar al que siempre había despreciado, sentarse en esa mesa, la pregunta absurda, la mueca de sonrisa, la aceleración del pulso, el miedo que desenfrena, la mano en la campera, el grito de la chica y el estruendo mudo. Es cierto, no pasaba el tiempo, pero cada vez hacía más frío. Y las palabras, no pudieron completarse.
En el piso del bar, bañado en sangre, yacía muerto de un balazo.